A finales de los años 90 y principios de los 2000 el ecommerce era más o menos como ahora, pero a cámara lenta. Y quien dice lenta dice glacial. Lo recuerdo perfectamente porque llevo comprando en Amazon desde 1997 más o menos: hice un pedido de un libro el 22 de julio que salió de un almacén de Amazon en Estados Unidos el 18 de septiembre y me llegó a España hacia Navidad por correo postal. Cinco meses. Y aun así aquello era totalmente asombroso.
En la empresa hacíamos de vez en cuando pedidos de artículos que no se vendían en España y bromeábamos con que los pedidos de Amazon viajaban en barco; lo cierto es que nunca supe si era verdad o leyenda urbana. Los imaginábamos surcando el Atlántico en grandes contenedores y artesanalmente repartidos. Las esperas pasaron a ser de cinco a uno o dos meses. Cuando pedíamos camisetas a Think Geek –una tienda para frikis de la tecnología, ahora desaparecida– nos avisábamos unos a otros para hacer un pedido grande entre varias personas, de modo que nos ahorráramos astronómicos gastos de envío y el pedido llegara antes. A veces había que ir en persona a la aduana si pedías DVDs, CDs musicales o aparatos electrónicos.
Los plazos se redujeron a semanas y Amazon abrió un centro en España con lo cual todo se agilizó. La burocracia para el comercio electrónico también desapareció cuando las empresas logísticas comenzaron a encargarse de todo. La apertura de las grandes tiendas españolas hizo que todas empezaran a competir en velocidad: los precios en Fnac, MediaMarkt o Saturn eran más o menos iguales, pero muchas veces era más práctico recibir algo en un par de días que esperar una semana. El Corte Inglés, Zara o PcComponentes redujeron más todavía los tiempos.
Con la apertura de los supermercados online y los envíos de comida y productos frescos esos plazos tuvieron que acortarse más todavía, porque aunque puedes esperar 2 o 3 días para recibir detergente, bebidas o conservas eso no es válido para la fruta, la carne o el pescado. Amazon comenzó a garantizar entregas de ciertos productos en 24-48 horas con Amazon Prime (que se paga por suscripción anual) y muchos hicieron lo mismo. Con servicios como el SameDay de SEUR hace ya cinco años las pequeñas tiendas podían garantizar en algunas ciudades entregas los días laborables para pedidos recibidos antes de las 12.00.
Actualmente los pequeños comercios y las tiendas de ecommerce pueden ofrecer ese tipo de entregas ultrarrápidas sin mayores problemas. Ya sean envíos 24h que lleguen antes de las 10.00 o del 13.30 del día siguiente o entregas rápidas en dos horas. También existen servicios especiales como SEUR Frío que garantiza el mantenimiento de la cadena del frío o SEUR Food para envíos de comida, incluso con las particularidades de la comida gourmet, el vino y botellas o la entrega directa a particulares.
La percepción para quienes realizan compras por Internet hoy en día es que pueden tener lo que quieran tan rápido como quieran y que aunque elegir una «velocidad» para la entrega puede suponer una diferencia de precio, si necesitan algo rápido lo pueden tener. En el futuro puede que incluso sea más rápido cuando se incorporen más tecnologías como los drones, los coches autónomos o los robots. Nada que ver con las eternas esperas a las que estábamos acostumbrados hace una o dos décadas.
{Foto (CC) Damien Guillaume @ Unsplash}
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