Vivimos tiempos en los que las cuestiones relacionados con la ecomovilidad están acelerándose quizá más de lo que algunos habían calculado. Y aunque ciertas tecnologías siguen un crecimiento lento pero inexorable (como los coches y vehículos eléctricos, o las energías limpias y renovables) son solo las cuestiones políticas y las –generalmente valientes– decisiones empresariales las que pueden pueden ralentizar o acelerar su adopción.
Últimamente se habla mucho del diésel. El gasóleo que se utiliza para los motores diésel es unas cuatro veces más contaminante que la gasolina, según diversos informes incluyendo el de Calidad del aire urbano, salud y tráfico rodado del Institut de Ciènces de la Terra Jaume Almera. La cuestión está no tanto en el CO2 que emite sino en el resto de partículas contaminantes NOx, CO, hollín, etcétera. Esas emisiones (las mismas del famoso «escándalo de las emisiones») son las más nocivas para las personas y el medio ambiente.
Por esta razón directamente relacionada con la normativa de las emisiones contaminantes y porque las ventas de vehículos diésel están en claro descenso desde 2010 (donde suponían un 70 por ciento en España, actualmente alrededor del 55 por ciento) algunos países ya han anunciado el llamado «fin del diésel»: la eliminación total de nuevos vehículos de este tipo para dentro de algunos años.
En el Reino Unido, por ejemplo, esta fecha del fin de las ventas de vehículos diésel se ha anunciado para dentro de tres años, en 2020. En Francia, la ciudad de París también se ha comprometido a prohibir la circulación de estos vehículos por sus calles a partir del mismo año; actualmente ya tienen un horario muy limitado. Noruega se plantea eliminar la venta de diésel para 2025 y lo mismo han hecho algunos países africanos.
En Madrid y otras ciudades españolas los vehículos diésel ya pagan más para aparcar en las plazas del centro de la ciudad, mientras que los de «emisiones cero» e híbridos pagan menos, una especie de «mini castigo» por ser diésel. Hacia el año 2021 se incrementará la dureza de las limitaciones de emisiones, lo que se ha calculado que encarecerá los vehículos diésel más pequeños unos 1.200 euros (al estar «penalizados» por más impuestos).
Finalmente, está el tema de los fabricantes: el fabricante sueco Volvo ha dado un gran paso decidiendo poner fin a la utilización de motores diesel en sus vehículos de aquí a seis años, hacia 2023. Según dicen, «es demasiado caro seguir intentando reducir las emisiones contaminantes de estos motores». No está del todo claro si esta medida se aplicará solo a los coches o también a los camiones (donde Volvo tiene importantes intereses) pero es lo más probable: que simplemente se abandone el desarrollado sin más. ¿La alternativa? Los motores y vehículos eléctricos.
{Foto: Marylebone Road Rush Hour (CC) Garry Knight @ Flickr}
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