Cuando se juntan asuntos como la llegada de los vehículos de bajas emisiones, el aumento de la logística del comercio electrónico y la necesidad de hacer más cómoda y económica la famosa «última milla» –que llega desde los puntos de distribución a los hogares de la gente– pueden surgir ideas llamativas y vistosas. Si a ello le añadimos las peculiares necesidades surgidas de la tendencia a una búsqueda de la sostenibilidad en todos los negocios o los imprevistos de la pandemia de la Covid-19 la combinación puede deparar algunas sorpresas interesantes.

Como, por ejemplo, los ‘microhubs urbanos‘ que llevan formando parte de SEUR desde hace años, y por los que recibimos premios como el de ‘Mejores Ideas del Año’, en 2018. Estos espacios combinan la fórmula ideal entre nuevas necesidades de reparto de última milla con la sostenibilidad. Pero este concepto de microhub urbano puede ir más allá, aprovechándose como una especie de punto de encuentro entre las comunidades de una zona. Un ejemplo de ello es el Seattle Neighborhood Hub, un microhub surgido del Urban Freight Lab de la Universidad de Washington, un laboratorio especializado en logística urbana.

Para el experimento utilizaron una parcela en la ciudad de Seattle de menos de 1.000 metros cuadrados, que anteriormente se usaba como plazas de aparcamiento de superficie para unos 50 coches. En este reducido espacio en el interior de la ciudad pudieron instalar todo esto:

  • Dos pequeños locales/almacenes, uno de ellos de doble altura.
  • Espacio para carga y descarga de furgonetas y pequeños camiones.
  • Infraestructura de recarga para automóviles, motos y bicicletas eléctricas.
  • Aparcamiento para triciclos y bicicletas de carga eléctricas de reparto.
  • Armarios o lockers para reparto automatizado.
  • Algunas plazas de aparcamiento para coches particulares.
  • Y el clásico puesto «food truck» de comida para llevar.

Algo importante a tener en cuenta es que este experimento es a la vez multimarca y multiactividad: al ser una «idea de laboratorio» no está asociado con ningún proveedor necesariamente, de modo que cualquiera podría utilizarlo para instalar allí sus lockers (al estilo de las taquillas inteligentes SEUR Pickup) o los clientes recargar todo tipo de bicicletas o automóviles. Del mismo modo, el almacén puede reservarse y las furgonetas de diversos proveedores pueden acceder para descargar o recoger los pedidos cada día, usándolos a modo de punto intercambiador.

La parte técnica es relativamente sencilla: las empresas participantes (cinco, de momento) tienen una app con una agenda que planifica los espacios comunes para reservarlos con anticipación. Del mismo modo, los clientes finales pueden usar las diversas apps para recibir notificaciones cuando su comida o sus paquetes están listos para recoger, o acudir allí a entregarlos, en el caso de los envíos o devoluciones.

El equipo del Urban Freight Lab cuenta además con herramientas para recoger información sobre las distancias que recorren los envíos (y en qué tipo de vehículo: coche, a pie, en bicicleta) de cara a analizarlos en el futuro, como forma de calcular en rendimiento del microhub. Todo esto puede valorarse en mejores tiempos, menos emisiones contaminantes, menos entregas fallidas o un menor coste. Vista la experiencia, es difícil luego pasear por la ciudad y ver una parcela libre sin pensar… ¡Qué bien aprovechado estaría esto con un microhub!


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