Las bicicletas siguen siendo uno de los medios de transporte más eficientes a la hora de moverse por la ciudades, especialmente cuando se trata de hacerlo con salud: no solo no producen emisiones contaminantes sino que además sirven para hacer ejercicio. A los modelos tradicionales se han añadido en los últimos años las bicicletas eléctricas con pedaleo asistido (conocidas como EPACs o pedelec) y también hemos visto surgir modelos más capaces para el transporte de pequeños remolques, algunos de los cuales se utilizan para el reparto de paquetería. Las cifras hablan por sí solas.

Según la Confederation of the European Bicycle Industry las ventas se han triplicado en las últimas dos décadas, hasta alcanzar los 20 millones de bicicletas anuales. Lo interesante es que el porcentaje de las bicicletas eléctricas con pedaleo asistido crece al ritmo del 23% anual, siendo ya más del 17% de todas las que se venden, un total de más de 3 millones al año.

Las cifras son claras: en Europa ya se venden más bicicletas de este tipo que coches «alternativos», es decir eléctricos, híbridos y de otros tipos de bajas emisiones todos juntos. Y de seguir esta tendencia se calcula que para 2025 se podrían vender unos 6,5 millones de EPACs anuales. Lo mejor: estos modelos –que alcanzan una velocidad de hasta 25 km/h con una asistencia máxima de 250W– no requieren homologación ni matriculación.

En época de pandemia el uso de la bicicleta también ha aumentado por varias razones:

  • La disminución de la circulación de coches (que bajó hasta el 50% en algunos momentos), haciendo la ciudad más amigable para las bicicletas.
  • El teletrabajo, que hizo que muchas personas redujeran su radio de movilidad, evitando trayectos largos e incómodos.
  • Las preferencias de la gente por el transporte individual para evitar aglomeraciones y falta de distanciamiento social en el transporte público.

A raíz de esto muchas ciudades han hecho algo que los ciclistas venían tiempo reclamando: invertir más en carriles bici y otras medidas pro-ciclistas, algo que beneficia indirectamente a todos. Según la Federación Europea de Ciclistas se crearon en Europa unos 1.000 nuevos kilómetros de «carriles bici» en 2020, lo que supuso una inversión de unos 1.000 millones de euros en total.

Las opciones a la hora de elegir una bicicleta eléctrica son muchas: las EPACs pueden comprarse ya a partir de unos 600 o 700 euros las más baratas, aunque se pueden gastar varios miles de euros en los modelos más avanzados, de competición o deportivos. Según el comparador de precios Idealo el precio medio ha aumentado un poco debido a la alta demanda, de unos 1.900 a 2.300 euros durante el año pasado. Pero también hay mayor variedad de oferta y cientos por no decir miles de marcas distintas. A la hora de elegir se puede buscar la ligereza, la autonomía o estilo. Del mismo modo, hay modelos específicos para transportar niños, así como bicicletas de paquetería («bicicletas-cargo») con espacio para cajas y bolsas.

En este sentido, SEUR continúa poniendo sus esfuerzos en ampliar la flota de vehículos sostenibles que permitan ofrecer repartos cada vez más limpios, especialmente en la última milla. Dentro de esta gama de vehículos, las bicicletas eléctricas cada vez tienen un mayor hueco en el día a día de la compañía, gracias a los acuerdos alcanzados junto a empresas como Boxlane, que proporciona este tipo de vehículos eléctricos con suficiente carga y autonomía para realizar repartos de última milla, u operadores de últiima milla como Koiki,  incorporando así este tipo de repartos sostenibles de manera progresiva.

A la larga, y visto con perspectiva, el impulso que están recibiendo las bicicletas eléctricas como medio de transporte limpio es algo que beneficia a todos, tanto a quienes ruedan con ellas como a las empresas comprometidas con la sostenibilidad y el reparto urbano inteligente.


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