Saber dónde que actuar de cara a una eventual descarbonización es tan importante como controlar la calidad del aire. Esto ayuda a hacer más habitables las ciudades y está alineado con uno de los objetivos de la Agenda 2030: que las ciudades y comunidades sean más sostenibles y aptas para quienes viven en ellas.

Lo que hemos aprendido hasta ahora es que las ciudades tienden a acumular una «boina de contaminación» y concentrar el CO₂ y otras partículas contaminantes sobre zonas en las que hay mucho tráfico rodado, calefacciones o fábricas. Las futuras técnicas de descarbonización podrían concentrarse en trabajar especialmente en esas zonas de cara a mejorar la calidad del aire. En general se calcula que el 70% de los gases de efecto invernadero globales provienen de las ciudades.

Según el informe La calidad del aire en las ciudades (2018) publicado por Naturgy el origen de estas emisiones es muy complejo, pero se debe en su mayor parte a la quema de combustibles fósiles (en especial en los vehículos diésel) de modo que ese es un primer punto a mejorar, por ejemplo incorporando más vehículos ecológicos a las grandes flotas, electrificándolas y utilizando energías alternativas de origen renovable.

La quema de combustible para calefacciones domésticas (ya sea carbón, biomasa o diesel) es otro factor que tampoco hay que olvidar. Ese «factor calefacción» lo hemos comprobado de primera mano durante el episodio de la reciente borrasca Filomena, que incluso agudizó la contaminación de algunas ciudades. En sitios como Madrid aunque el tráfico rodado prácticamente se paralizó durante unos días aumentó el tráfico de vehículos pesados (quitanieves, camiones y máquinas de limpieza) y la «boina de contaminación» de NO₂ no disminuyó; de hecho hubo que activar varias medidas del Plan A para restringir el tráfico rodado y la velocidad en los días siguientes al paso de la borrasca.

Muchas son las medidas enumeradas en el Plan AIRE (Plan Nacional de Calidad del Aire y Protección de la Atmósfera) y otros similares en todas las ciudades, como las 30 medidas del plan Madrid 360. Pero estas medidas son caras y no tan fáciles de implementar, tal y como explicaba la revista Politico:

  • El plan de la Unión Europea es descarbonizar todos los edificios completamente para 2050.
  • Europa prevé inversiones por un billón de euros, pero esto requiere una combinación de inversiones públicas y privadas.

Este problema es en parte cuestión de financiación, pero también de iniciativa. Lo expertos creen que puede mejorarse optimizando la forma de descarbonizar las ciudades, buscando una mejor relación efectividad/coste en cada acción. Se trata de poner en marcha medidas que sean efectivas, bien porque actúen localmente resolviendo la parte más gruesa del problema, o bien porque sean baratas y fáciles de implementar. En general se calcula este factor como el «coste por reducir una tonelada de emisiones de CO₂» o de otro tipo de partículas. También se puede pensar en actuar sobre las SLCP (short-lived climate pollutants) que son las sustancias que más negativamente afectan a la salud, otra forma de optimizar la solución del problema centrándose en quienes afecta.

Por todas estas razones es un buen comienzo trabajar en la medición de la concentración de partículas en el aire mediante programas específicos para chequear y diseñar los protocolos anti-contaminación. Con esos datos y las acciones pertinentes será posible mejorar la salud de los habitantes de las ciudades y continuar con la lucha contra el cambio climático.

{Foto (CC) Hidefumi Ohmichi @ Unsplash}


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