Algunas ciudades del mundo, entre ellas San Mateo y San Carlos en el área de la bahía de San Francisco (California), están llevando a cabo proyectos pilotos de mediana envergadura además de los realizados a pequeña escala que permiten a los conductores averiguar dónde hay plazas de aparcamiento libre gracias a una red de sensores instalados en el pavimento.

De esta forma con solo consultar una aplicación a través del teléfono inteligente o –pronto quizá– el propio sistema de aparcamiento automático del vehículo es posible saber dónde hay una plaza libre «en tiempo real» en vez de perder el tiempo dando vueltas. Aunque la instalación de una gigantesca red tecnológica para lograr esto parezca algo muy caro, lo cierto es sus componentes se han abaratado mucho en los últimos años; además las empresas dedicadas a ello permiten a los ayuntamientos financiar los proyectos aceptando como pago un porcentaje de las recaudaciones de esas «plazas de aparcamiento inteligentes»

La idea es sencilla y la ha llevado a cabo una empresa llamada Streetline bajo el lema «Conectando con el Mundo Real»: junto a cada plaza se instala un pequeño sensor, que apenas requiere una pequeña incisión en el asfalto. Son resistentes, no necesitan mucho mantenimiento (aunque pueden actualizarse por otros más modernos) y se comunican con el punto central de control gracias a una red inalámbrica desarrollada por la empresa de comunicaciones Cisco. Cada sensor detecta si la plaza sobre la que está situado está libre u ocupada.

Con toda esta información se arma una gigantesca base de datos en la que se incluye la ubicación exacta de los sensores y el estado de disponibilidad de las plazas. Esta información es suficiente para responder a las consultas de los conductores, indicándoles dónde está la plaza más cercana e incluso la ruta adecuada. Un software llamado Parker Mobile, disponible para teléfonos Android y iPhones se encarga de todo – también de reservar plaza en los aparcamientos de algunos restaurantes, teatros y centros culturales.

Las ventajas que ofrece este sistema son varias. La primera y más importante es que para los conductores es algo así como el Santo Grial. Es la forma de convertir la conducción por la ciudad en algo práctico y rápido, en esa placentera sensación de llegar-y-aparcar que casi todos hemos perdido. Es convertir la pesadilla de perder más tiempo aparcando que en el propio trayecto en un placentero sueño: llegar a una plaza reservada – algo que en algunos escenarios se está planteando como posibilidad, simplemente «reservándola» desde el móvil.

La segunda ventaja, no menos importante, es para las ciudades: para los ayuntamientos las plazas de aparcamiento son una pingüe fuente de beneficios. Pueden alquilarlas en amplios horarios, pero si la gente se siente retraída a ir al centro porque piensa que no va a haber plazas, o pasa más tiempo dando vueltas que aparcando y pagando por ocupar las plazas, mal utilizadas están. Gracias a este sistema no solo pueden optimizar el uso de las plazas: también garantizar plazas que se pueden reservar y pagar por adelantado desde el móvil, e incluso modificar los precios por zonas u horarios en función de la demanda.

Finalmente, hay otra ventaja, la medioambiental: gracias a un aparcamiento que permite una conducción más eficiente la gente pierde menos tiempo callejeando, se producen menos emisiones de CO2, menos atascos y ruidos y todo el proceso –que existiría de cualquier otra forma, como ha existido siempre– es más ecológico y eficiente.


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