Hay mucha ciencia en los atascos de tráfico. Quizá más de uno aprovechará el próximo atasco mañanero para meditar sobre cuáles son las causas de los atascos y, por extensión, cuál puede ser la solución a esas incómodas situaciones. El resultado sería una circulación en ciudad y carretera más eficiente, y sobre todo menos contaminante.

Este vídeo de CGP Grey explica con varias animaciones el problema de los atascos, que se resume en la falta de coordinación debido a nuestras «limitaciones humanas». Al salir de un semáforo o al arrancar tras un parón en la autopista no todos los coches lo hacen simultáneamente –aunque teóricamente podrían hacerlo, cual «trenecito»– pues no existe esa coordinación: es puramente visual, de reflejos y velocidad. Y debido al retardo intrínseco de nuestros reflejos cada conductor añade unas décimas o segundos a esa reacción, haciendo que la velocidad efectiva de un grupo de vehículos sea mucho menor de la posible. Tanto, que a veces tan solo unos pocos pueden pasar tras el cambio de luz en un semáforo y otras no son capaces de «liberarse» de una larga parada.

En la práctica son los cruces, normalmente con semáforos, los que producen esos retrasos debido a la falta de coordinación al frenar y arrancar. En general entran en esta definición además de los semáforos, las señales de stop, salidas e incorporaciones de las autopistas o incluso –sí, es fácil de adivinar– los conductores irrespetuosos que se cambian continuamente de carril (en la práctica actúan como las salidas e incorporaciones de una autopista).

Tal y como aprendimos en vídeos del tipo Cómo no quedar atrapado en un atasco de tráfico tampoco ayuda mucho que no veamos a los demás conductores como a personas o que pensemos que conducimos mejor que la mayoría. Ambos efectos producen una agresividad que propicia las situaciones peligrosas y por extensión los continuos parones y arranques para evitarlas. Y el problema es que, como sucede en Física, cuando un «líquido» (tráfico fluido) se congela, se convierte en un «sólido» (atasco) y es difícil revertirlo a su estado anterior.

Estos efectos aparecen incluso si –como muchas veces sucede– no hay una causa real para el atasco: ni un accidente, ni un objeto en medio de la carretera, ni nada de nada. Simplemente es que los humanos somos lentos, no tenemos buenos reflejos y conducimos de forma bastante ineficiente.

El mejor consejo que se puede dar para evitar un atasco es mantener la distancia a medio camino entre el coche que va delante y el coche que va detrás (siempre que se guarde la distancia de seguridad, obviamente). Esta forma de conducción permite tener más tiempo para reaccionar y a la vez dar el mismo tiempo a quien viene detrás para que haga otro tanto. Es una forma un tanto rústica de fomentar la coordinación que, dentro de lo malo, es lo menos malo.

Dentro de la eliminación de atascos, los coches autónomos pueden jugar un papel fundamental, haciendo que la conducción sea técnicamente mucho más eficiente. Y no solo serán muy seguros: también harán que los demás coches «circulen mejor». De hecho si algún día desaparecieran los conductores humanos, probablemente podrían eliminarse también los semáforos «solo para coches», dado que la comunicación vehículo-a-vehículo haría directa esa coordinación, sin ayuda de elementos externos. Quizá sea una visión muy futurista, pero lo mismo debieron pensar quienes viajaban a caballo antes de que surgieran los automóviles, motocicletas y aviones.


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