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Dentro de las estrategias que pueden adoptar las empresas a la hora de plantear sus objetivos está la llamada economía circular, que plantea priorizar los aspectos ecológicos dentro de la industria mediante el aprovechamiento de recursos y el reciclaje. Esto puede aplicarse a muchos negocios y abarca un montón de aspectos, desde la propia producción a las fuentes de energía utilizadas y el ciclo de vida de los productos. En cierto modo es una forma de hacer más sostenibles algunas empresas que de otras formas estarían abocadas a un futuro insostenible.

Una primera aproximación a la economía circular pasa por utilizar las famosas «tres erres»: reducir, reciclar, reutilizar. Esto unido a una mayor concienciación sobre el uso de energías limpias en todos los procesos y a una preocupación por qué sucede después de que se ha utilizado un producto es de por sí un gran avance.

Lo más interesante es que a raíz de todo esto surgen empresas de todos los tamaños, principalmente pymes, con modelos de negocio que están fuertemente relacionados con la economía circular. Los expertos de Accenture Strategy enumeraron en un estudio cinco modelos propios de la economía circular:

• Suministros circulares
• Recuperación de los recursos
• Prolongación de la vida útil del producto
• Uso compartido de plataformas
• Producto como servicio

El primero de ellos tiene que ver especialmente con todo tipo de energías renovables, algo que suele tener un carácter más industrial, pero también a otros como el suministro de materiales reutilizados en vez de materias primas.

En la recuperación de recursos se incluyen todo tipo de iniciativas a partir de materiales ya utilizados, lo cual incluye desde las baterías y otros componentes de los teléfonos móviles u ordenadores a las piezas de coches, materiales como el papel, el plástico, las latas y similares. Existen empresas que pagan un precio simbólico –incluso atractivo– y recogen a domicilio los dispositivos viejos.

En cuando a la prolongación de la vida de los productos la economía circular intenta romper con la llamada «obsolescencia programada» haciendo que los productos sean fáciles de reparar, se ofrezcan servicios de reparación, actualización y puesta al día y en general los objetos duren más – en ocasiones obteniéndose más beneficio cuando más duren, reemplazándolos por la venta de otros nuevos. La opción de «enviar a reparar» está más vigente que nunca en las empresas que apoyan esta filosofía.

El uso compartido de plataformas se refiere a los sistemas de sharing, que incluyen desde servicios de transporte más conocidos a los coches de alquiler por horas o las bicicletas, como a los intercambios de herramientas o equipamiento de trabajo especializado (desde escaleras a aspiradoras o cortacéspedes) a espacio en las plazas de aparcamiento del vecindario o incluso a las cooperativas digitales.

Los productos como servicio son una variante de opciones como el renting, en la que productos que tradicionalmente se venderían en propiedad pasan a ofrecerse en alquiler. Lo hacen empresas como Michelin con los neumáticos o los locales de coworking con despachos o mesas para teletrabajo. También hay quien los ofrece como opción para coches, motos, bicicletas eléctricas o cámaras fotográficas profesionales. En ocasiones estos productos pasan de unos clientes a otros –en el caso de la bicicletas o las cámaras incluso en el mismo día– y en otros se parecen más al leasing o el renting tradicional. Las formas de pago cambian: por días de uso, por kilómetro…

Hay quien está convencido de que gracias a la economía circular pronto estarán obsoletas ideas como «poseer un coche» o «que tu oficina sea un espacio físico en un lugar fijo», lo cual propiciará el florecimiento de innumerables pymes relacionadas con todo ello. Al fin y al cabo es un poco una nueva economía para los nuevos tiempos.

{Fotos: Coworking space: Third Place (CC) Marcus Andersson @ Flickr; Adum (CC) Reuben Hayfron @ Unsplash}


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