Cuando se habla de medir la calidad del aire de las ciudades mucha gente se pregunta a qué se refiere esto exactamente: qué es lo que se mide, cuándo y dónde. Los ayuntamientos de las ciudades y los organismos estatales e internacionales tienen unos criterios que a veces varían –en cuanto a qué partículas se miden y cuáles son los rangos aceptables– pero el asunto tiene toda una ciencia básica detrás, que es interesante conocer.
El aire que respiramos está lleno de sustancias además del oxígeno (21%), el nitrógeno (78%), el argón y otros gases (que suman el 1% restante). Se trata de los llamados materiales particulados (PM) e incluyen desde gotitas de agua y líquidos a cuerpos sólidos de pequeño tamaño. Las hay que proceden de arena y polvo, de fertilizantes, de la sal marina y también están el polen y por supuesto los gases de la quema de combustibles, entre otros.
Algunos de estos materiales son nocivos para la salud, pero no todos ellos, ni todos en la misma proporción. Cuando aparecen en cantidades demasiado pequeñas no nos afecta. Pero cuando aparecen de forma desproporcionada o se produce una acumulación de cierto material a lo largo del tiempo esto puede suponer un problema.
La forma de medir la calidad del aire es tomar una muestra a nivel de calle, que es el aire que realmente respiramos, y analizar cuántas partículas hay y de qué tamaño. Hay dos valores habituales que se tienen en consideración: las PM-10, que son partículas con diámetros inferiores a 10 µm (micrómetros) que se consideran «gruesas» y las PM-2,5 más «finas», de diámetro inferior a 2,5 µm. Estas últimas, en comparación, son unas 100 veces más delgadas que un cabello humano.
Los sensores láser Pollutrack que utilizan los equipos medidores instalados en furgonetas, hubs urbanos y puntos pickups, como los que SEUR está utilizando en un programa de medición de calidad del aire, están calibrados para medir diversos tipos de partículas, realizando una especie de conteo. Esta medición se realiza unas 5 veces por minuto y se envía a través de telefonía móvil a la red. Al igual que ya se ha hecho en Lisboa y París, se han elegido las partículas de tipo PM2,5 que se consideran las más nocivas. Según la normativa aplicable en Madrid y las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud, el valor de PM2,5 debería estar por debajo de los 25 µg/m³.
Con los datos recibidos por todos esos sensores se puede alimentar una base de datos sobre el mapa de la ciudad, en la que se muestra el nivel de contaminación de PM2,5 a nivel de zonas en tiempo real. Como curiosidad informativa a los clientes también se les ofrece el resultado cuando hacen un envío en Madrid. Y es que conocer esa información es un primer paso para entender mejor la calidad del aire en la ciudad para más adelante poder tomar decisiones.
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