Scroozer

Muchos inventos han de fracasar para que otros triunfen. La razón: hay que aprender de los errores y, a veces, la única forma de detectarlos es creando productos, poniéndolos en el mercado y comprobando qué es lo que sucede.

En el terreno de la movilidad alternativa muchos son los productos que han pasado por fábricas, talleres y tiendas en los últimos años: ciclomotores futuristas, coches alternativos, bicicletas eléctricas… Algunos han fracasado, otros parecen ir funcionando cada vez mejor (caso de las bicicletas eléctricas) y otros han encontrado un hueco especial y suficiente en el entorno urbano. Quizá el Segway haya sido uno de los más dignos supervivientes: innovó mucho tecnológicamente pero en vez de conseguir modificar los hábitos de la gente y la infraestructura de las ciudades, al menos consiguió sobrevivir en ciertos nichos como factorías, espacios de exhibición, visitas turísticas y similares.

Por aquí hemos hablado de algunas de estas ideas: ciclomotores con una fórmula de alquiler especial; monopatines eléctricos alternativos e incluso aviones eléctricos. A todas estas ideas se añade ahora el Scrooser, una creación alemana que funciona como híbrido entre monopatín y ciclomotor.

Entre sus principales características está un diseño espartano en un peso razonable (28 kg) que permite ir sentado pero también de pie, como en un monopatín. A esto se suma una gran autonomía de hasta 25 días (sí: días) cuando se utiliza el modo ecológico que, básicamente, consiste en ir patinando la mayor parte del tiempo. Y una velocidad punta de hasta 25 km/h, suficiente para llegar a todas partes a un ritmo ágil.

Si nos fijamos, el planteamiento del Scrooser es resolver alguno de los problemas de las otras alternativas urbanas: a diferencia de las bicicletas, permite ir «motorizado» si se han cargado las baterías de antemano – su rango de alcance son de unos 35 kilómetros. Mejorando al Segway, no requiere de complicados equilibrios ni posturas que al cabo de un rato resultan molestas. Y, a diferencia de los ciclomotores, si te quedas sin energía puedes manejarlo cómodamente como si fuera un patinete – incluso irlo recargando con el movimiento y en las cuestas hacia abajo. Cada una de estas características resuelve un problema que otros no han podido solucionar. Algo a tener en cuenta cuando se inventan nuevos productos para mercados relativamente vírgenes.

En su caso, el Scrooser ya ha conseguido financiación colectiva para llegar al mercado a unos 3.000 o 4.000 euros la unidad, aproximadamente – no es precisamente barato. Entre las incógnitas están si superará la fase de diseño industrial, cuál será la duración de sus componentes o a qué tipo de público atraerá. También surgirán los problemas legales a los que tendrá que enfrentarse – que en el caso de los Segways o los coches sin conductor no son pocos. Puede que como esos otros inventos del mismo sector de la movilidad funcione o fracase: si lo consigue, enhorabuena. Si no lo consigue, servirá de ejemplo a futuras generaciones.


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