Seguramente para muchos pase desapercibida la enorme importancia de la logística para la economía global y, por supuesto, la española. En la actualidad, este sector mueve más de 110.000 millones de euros al año en nuestro país, el 7,8% del Producto Interior Bruto (PIB) y da empleo a 800.000 personas. Si ampliamos las miras hacia Europa, hablamos de casi tres millones de trabajadores, según el Informe Anual del Observatorio del Transporte y la Logística en España.

No en vano, de la cadena de valor logística solo vemos la punta del iceberg: el transportista que nos entrega los paquetes a domicilio o los camiones que discurren por las carreteras y copan las estaciones de servicio. Pero los tentáculos van más allá de estas dos clásicas representaciones en nuestro imaginario colectivo.

Por ejemplo, en el caso del transporte terrestre (que representa el 90% de las empresas, el 47% del volumen de negocio y el 67% del empleo del sector) nos encontramos ante una amplia variedad de negocios, operadores y proveedores, directos e indirectos. Por un lado, están las propias empresas de transporte por carretera (desde camioneros autónomos hasta compañías especializadas) pero también habría que incluir el impacto claro en la producción, comercialización y mantenimiento de los propios vehículos, así como todo el soporte en la vía creado para que los conductores puedan llegar a su destino: desde servicios de comunicaciones hasta dispositivos de auditoría y control de horas/km discurridos, pasando por las propias gasolineras, restaurantes, atención en carretera en caso de accidente, etc.

También hay mucho que rascar en el segmento de almacenamiento y gestión de stocks. Bajo esta descripción encontramos al 9% de las empresas del sector, un 42% de la actividad y el 28% del empleo generado por la industria logística en España. Si en un primer pensamiento podemos caer en los numerosos operarios y mozos de almacén que son necesarios para manejar toda la mercancía, no debemos olvidar otras actividades económicas relacionadas como la propia construcción de los almacenes, su gestión digital (monitorización RFID, Internet de las Cosas, soluciones ERP, etc.) o la creciente relevancia de la robótica y la automatización en estas lides (que involucra, a su vez, a firmas de ingeniería y de producción, mantenimiento y optimización de toda esa maquinaria).

Lo mismo sucede si hablamos del transporte marítimo y aéreo, dos de las vías más relevantes para el movimiento de mercancías a escala global. El propio informe del gobierno demuestra que son los dos “sectores más tecnificados y estructurados en torno a menos empresas de mayor tamaño”, principalmente por la necesidad de grandes inversiones iniciales. Pero aún así encontramos un enorme impacto productivo que va más allá de las grandes navieras (como Maersk, que con su terminal de Algeciras da empleo a prácticamente una región entera) o las multinacionales del transporte por aire. También en estos ámbitos encontramos proveedores de software asociados, profesionales de la ingeniería muy especializados que han de procurar el máximo rendimiento y la eficiencia en la carga de los aviones y barcos. Sin olvidar, por supuesto, la propia fabricación y mantenimiento de las naves y muchas otras profesiones y actividades relacionadas: desde cocineros a bordo de los barcos de mercancías que hacen travesías de miles de kilómetros hasta parkings de aviones (como el aeropuerto de Teruel).

De lo elemental a lo más innovador, como podemos ver la logística abarca más del propio transporte y almacenamiento de mercancías. Y es que, en un mundo tan competitivo y con una demanda de agilidad y flexibilidad como la existente en la actualidad, solo la interrelación de muchas y variadas industrias en este hipersector puede responder con éxito a estas exigencias.


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