Los investigadores de CB Insights recopilan en sus enormes bases de datos todo tipo de información sobre las startups: los sectores en los que trabajan, las tecnologías que utilizan y las inversiones que se realizan en ellas. Entre toda esa información también analizan cientos de startups fallidas, en lo que tradicionalmente se denomina análisis post mortem. Porque una vez que todo ha terminado, dedicar un tiempo a analizar las causas de los fracasos es la mejor forma de aprender para no repetirlos.

El meta-análisis sobre más de 250 casos intenta unificar las diversas razones de los fracasos en grupos genéricos. Y aunque cada empresa y cada proyecto tiene sus peculiaridades, son cinco las razones principales que se acaban extrayendo:

  1. Problemas financieros
  2. Productos que no encajan en el mercado
  3. Cuestiones regulatorias y legales
  4. Dificultades para crecer
  5. Problemas internos con el equipo

Curiosamente los problemas financieros y de producto suponen un 80% en total (40% cada uno), por lo que analizar lo qué sucedió en diversos casos suele ser muy útil – así como dedicarle especial atención a ambos durante el desarrollo de cualquier proyecto. Las cuestiones legales suponen otro 10% de los fracasos y el resto se lo reparten las dificultades en el crecimiento y entre los miembros del equipo (4-6% cada uno).

Los problemas financieros suelen aparecer cuando el proyecto ya está en marcha sin que se hayan asegurado la financiación necesaria para las inversiones: comprar suministros, contratar servicios, saltar al mercado o construir una segunda versión del producto. Muchas veces los costes ocultos de desarrollo, plataforma o simplemente «mantener funcionando» una app o servicio (sin modificarlo siquiera) superan las expectativas. Es quizá la forma más triste de ver fracasar un proyecto: morir de éxito. Por no hablar de la más cruel: que el éxito se lo lleve otra startup no necesariamente porque tenga un mejor producto sino porque está mejor financiada.

El encaje en el mercado es difícil de prever pero es más fácil identificar dónde están los fallos. Uno es intentar resolver algo que está «mal» en vez de solucionar un problema (por ejemplo: «no me gusta barrer: inventaré un robot» en vez de «alternativas para mantener la casa limpia»). A veces se inventan productos que encajan en un momento determinado pero con el tiempo se quedan obsoletos – debido a que la tecnología avanza muy rápido, algo que se puede prever. Otro problema suele ser suponer que los clientes o socios harán cosas por su bien o por el bien del negocio cuando muchas veces no tienen ninguna inquietud para hacerlo por sí mismos (esto incluye todo tipo de plataformas de pago y fórmulas de marketing, uso de nuevas herramientas, servicios, etcétera.)

En general el proceso de encaje en el mercado pasa por saber entender la demanda real y no obcecarse con ideas que pueden sonar bien pero quizá no lo sean tanto. Aunque la intuición muchas veces sea una buena guía no hay nada que reemplace un buen estudio de mercado: cifras, encuestas y pruebas sobre el terreno.

Para quien le interese el tema de las startups fallidas, otro clásico al respecto es el artículo 18 errores que pueden matar a cualquier startup, de Paul Graham (fundador de Y Combinator) que tiene más de una década pero sigue siendo igual de válido que hoy en día. Entre esos 18 errores se incluyen que en la empresa solo haya un fundador, una mala ubicación, elegir un nicho demasiado marginal, ser un mero derivado de otra idea, no ser flexible, contratar malos programadores (o elegir la plataforma tecnológica equivocada) y lanzar demasiado pronto (o demasiado tarde). También hay otras como no tener suficiente financiación (y gastar demasiado o demasiado poco) o no saber a quién se dirige el producto.

{Foto: Rawpixel @ Unsplash}


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