Nos ha tocado vivir una época extraña, causada por la pandemia del SARS-CoV-2, que ha paralizado, en la época más estricta del confinamiento, muchos sectores productivos. Otros han seguido adelante en mayor o menor medida; en muchos casos porque se trataba de actividades esenciales para la supervivencia de la ciudadanía, como la industria alimentaria o farmacéutica. Pero de forma transversal a casi cualquier sector ha habido dos formas de continuar con el trabajo en una empresa: cuando se ha podido trabajar a distancia y cuando se han podido vender los productos gracias al comercio electrónico. En muchas ocasiones teletrabajo y ecommerce han caminado de la mano.

Teletrabajo: pasado, presente y futuro

Que ahora esté en boca de todos no significa que el teletrabajo sea un concepto nuevo. Ha cambiado, eso es verdad, que gracias a la tecnología tenemos muchas más herramientas para que trabajar a distancia sea más práctico y eficiente que hacerlo de forma presencial.

Francamente interesante la visión histórica que da en su artículo Carlos Joric, donde explica que si nos remontamos lo suficientemente atrás nos encontramos con que antaño casi todo el mundo ejercía su profesión en el entorno de su hogar. Lo de acudir a grandes centros de trabajo vino después. Situándonos en un contexto más actual, ahora que estamos inmersos en una crisis sanitaria que está derivando en otra económica, nos recuerda que algo similar ya había pasado antes. Fue en la década de los setenta, y debido a la crisis del petróleo, cuando el ingeniero de la NASA Jack Nilles acuñó el término tal y como lo conocemos. Estimó que para que los Estados Unidos no necesitara importar petróleo bastaría con que uno de cada siete estadounidenses en activo no se tuviera que desplazar hasta su centro de trabajo.

El modelo, y casi todo el mundo parece estar de acuerdo, tiene sus pros y sus contras. Las principales ventajas son el aumento de la productividad (aunque hay quien mantiene lo contrario), la disminución del absentismo y más posibilidades de conciliación familiar. Además de la reducción de gastos para la empresa. En el otro lado de la balanza el aislamiento del trabajador y que los gastos que reduce la empresa recaigan en su bolsillo.

Actualmente, tanto autoridades como epidemiólogos siguen aconsejando la práctica del teletrabajo, mientras desembocamos en lo que todo el mundo llama “la nueva normalidad”. La coyuntura sigue marcando nuestro presente y al menos, como decíamos, la tecnología está de nuestro lado, poniendo a nuestro alcance infinidad de herramientas que facilitan el trabajo remoto. La pregunta que ahora se hace todo el mundo es si nuestro futuro pasa o no, en aquellas empresas donde es posible, por el teletrabajo. Parece que sí.

El teletrabajo ha llegado para quedarse

O al menos eso es lo que opinan muchos expertos y analistas del mercado laboral. La noción que parecía intocable de oficina, como el corazón de todas las empresas, ha quedado en entredicho fruto de las circunstancias. Y aunque está claro que hay sectores productivos que siempre requerirán la presencia física de los trabajadores, también son infinidad los que podrían dar un paso definitivo hacia el teletrabajo.

Algunas empresas, como Facebook, ya están preparando el escenario que está por venir, y tienen en mente que en el plazo de 10 años la mitad de su plantilla teletrabaje. El primer paso ya lo tienen decidido: empezar a hacer entrevistas a distancia para puestos que se pueden cubrir trabajando desde cualquier lugar del mundo. Las ventajas que ven en ello no son solo económicas; también piensan que van a acceder a la contratación de mucho más talento sin las trabas causadas por la localización. Quieren facilitar la vida a los empleados, pero por otro lado advierten que las remuneraciones también se ajustarán dependiendo del nivel de vida del lugar de residencia del trabajador. Facebook es tan solo un ejemplo; son muchas las empresas que tienen claro que van a aprovechar este empujón para convertir el teletrabajo en un hábito.

Mientras tanto, en España, como en otros ámbitos estamos a la cola de Europa en el desarrollo del teletrabajo. Varios estudios estiman que un máximo del 30% de los empleos del país podrían llevarse a cabo en este régimen y que un 7,5% de los trabajadores lo hacen de forma habitual hoy en día. Ambas cifras son bajas. Es cierto que el número de teletrabajadores se ha incrementado de forma brutal durante la crisis, pero ha sido una mera cuestión de supervivencia, y mientras unas empresas no estaban totalmente convencidas otras, simplemente, no estaban bien preparadas.

Ha primado la improvisación y la falta de un marco regulador; algo que ya está en visos de solución. Urge hacerlo, del mismo modo que es importante plantear el tema como una solución a largo plazo, y no solo como respuesta a una época de crisis. Quizás el futuro pase, ya hay muchas voces que lo sugieren, por modelos mixtos con parte del tiempo presencial y parte trabajando a distancia, intentando aunar lo mejor de ambos mundos.

Teletrabajo y ecommerce, la nada extraña pareja

Para los impulsores de muchos pequeños negocios de venta online el teletrabajo no es una nueva forma de organizar su actividad. Más de uno comenzó su aventura en su propio domicilio (probablemente en Estados Unidos dirían que empezaron en un garage) donde teletrabajar no era una opción: era la única forma de hacer las cosas.

En el caso de las empresas grandes, tanto en los gigantes del comercio electrónico, como en otro tipo de compañías donde el ecommerce es tan solo una de sus parcelas, el teletrabajo siempre ha sido bastante más residual. Las propias pymes en cuanto era posible económicamente, y hacían las primeras contrataciones, no tardaban en buscar un local para continuar con su andadura.

Pero teletrabajo y comercio online son un binomio condenado a entenderse. Por un lado porque ya hemos visto que la vida a veces trae situaciones en las que el teletrabajo puede convertirse en un valor refugio. Por otro hablamos de un sector que se adapta perfectamente, un ámbito en el que prácticamente todo, excepto los envíos de las mercancías, puede hacerse online, siendo la forma más eficiente de llevar a cabo la actividad. Estamos, además, ante un tipo de actividad que se ha visto especialmente sacudido por la epidemia del Covid-19, ya que ha aumentado su importancia, y su volumen de negocio, de forma exponencial.

En su blog, el consultor Raúl Jiménez defiende la lógica de unir ambos conceptos. Pone sobre la mesas ventajas del trabajo a distancia, como la flexibilidad y la eficiencia, e incide en que hablamos de negocios ya volcados hacia el mundo digital, con lo que tenemos parte del camino recorrido. Hemos pasado antes de puntillas por las herramientas que existen para que cualquier tipo de empresa funcione en régimen de teletrabajo. Jiménez hace su propia selección enfocándola hacia las empresas de ecommerce y dividiéndolas según su función: gestión de proyectos, mejora de la productividad, videoconferencias, almacenamiento de documentación o control del tiempo de trabajo.

 

En resumen, si hay un sector bien colocado para dar el paso definitivo hacia el teletrabajo, es el ecommerce. Ha sufrido un espaldarazo en sus ventas, en principio coyuntural, precisamente por tener un pie ya puesto en el mundo virtual. Es el momento de aprovecharlo y de no volver la vista atrás.


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