Las colonias de hormigas nos ofrecen con su comportamiento una lección magistral de eficiencia colectiva. Sin mapas, sin instrucciones centralizadas y sin ordenadores, estos pequeños insectos han desarrollado un sistema para encontrar las rutas más cortas entre su nido y las fuentes de alimento. ¿Cómo lo hacen? ¿Y qué podemos aprender de ellas?

Un algoritmo que emplea sustancias químicas

Los algoritmos de las colonias de hormigas sirven para analizar rutas y resolver problemas de optimización (CC) GPT-4oLas feromonas son un tipo de sustancia química que los seres vivos emiten con sus cuerpos. Tienen la peculiaridad de ser capaces de influir en el comportamiento de otros individuos de la misma especie. Puede pensarse en ellas como en un «olor» que «señaliza» a otros animales de la misma especie que algo sucede: peligro, presencia de alimentos o que están en época de apareamiento.

Estas feromonas, en el caso de las hormigas, son rastros químicos que se impregnan en los caminos que recorren y que los demás miembros de la colonia pueden seguir; señalizan una «ruta eficiente». Otros individuos pueden reforzar este rastro con sus propias feromonas, encontrando una solución eficiente al problema original. Este comportamiento aparentemente simple ha servido como inspiración para toda una familia de algoritmos utilizados en matemáticas, cálculo de rutas y computación, conocidos como algoritmos de optimización basados en colonias de hormigas (ACO, por sus siglas en inglés).

Uno de los retos más clásicos a los que se aplican estos algoritmos es el problema del viajante (TSP, siglas de Travelling Salesman Problem en inglés). Al igual que en el caso de los repartidores que tienen que entregar un gran número de pedidos en distintos puntos de una ciudad, aquí se busca la ruta más corta para visitar un conjunto de ciudades pasando una sola vez por cada una y regresando al punto de origen, que sería lo más eficiente.

Resolver este problema requiere evaluar numerosas combinaciones posibles, con el problema de que ese número crece de forma desorbitada a medida que aumenta el número de ciudades. Aquí es donde el método de las hormigas resulta útil: en vez de buscar la solución exacta evaluando todas las opciones (algo inviable a gran escala), se opta por una aproximación probabilística que se va afinando con el tiempo.

Recompensas y rechazos

Los algoritmos de las colonias de hormigas sirven para analizar rutas y resolver problemas de optimización (CC) GPT-4oEl modelo clásico para resolver este problema se basa en reforzar los caminos más prometedores con una mayor cantidad de «feromonas virtuales», haciendo que las soluciones óptimas surjan de manera colectiva.

Pero un grupo de investigadores del Instituto de Investigación en Inteligencia Artificial del CSIC (IIIA-CSIC) en Barcelona, desarrollaron hace tiempo a una estrategia mejorada, al ver que algunas especies de hormigas también dejan feromonas negativas o de rechazo, una especie de «señal química de advertencia» que indica que un trayecto no merece la pena. Es como si dijeran: «por aquí no es». Este mecanismo, conocido como estigmergia negativa, permite a la colonia no solo encontrar buenos caminos, sino también evitar perder tiempo en los malos.

Los científicos replicaron este comportamiento en simulaciones informáticas y comprobaron que incorporar este tipo de penalización química puede mejorar la eficiencia de los algoritmos entre un 4 y un 12 por ciento en términos de distancia recorrida, sin aumentar la complejidad computacional: una solución claramente mejor sin requerir un mayor esfuerzo de cálculo.

Aplicaciones reales en el sector del reparto

Estos avances no son solo teóricos ni meras curiosidades matemáticas. Los algoritmos inspirados en las hormigas tienen aplicaciones prácticas muy concretas. Se utilizan para planificar rutas de entrega en flotas de reparto, optimizar redes de telecomunicaciones, asignar tareas en sistemas distribuidos e incluso para la planificación del tráfico urbano. Las empresas de paquetería, las plataformas de reparto de comida o las redes de transporte público pueden beneficiarse directamente de estas mejoras.

Una ventaja es que estos algoritmos funcionan bien en entornos cambiantes y no necesitan información completa desde el principio. Por eso, además de para el análisis de rutas y la optimización de recorridos, resultan útiles también en escenarios dinámicos, como los sistemas de drones, vehículos autónomos o redes sensoriales.

La lección de las hormigas resulta más valiosa que nunca. Su humilde estrategia, basada en señales sencillas y cooperación, nos recuerda que la eficiencia no siempre surge del control absoluto, sino de la adaptabilidad y la inteligencia colectiva. Si las colonias de insectos pueden optimizar sus trayectos en entornos caóticos, también nosotros —con ayuda de estos algoritmos inspirados en la naturaleza— podemos mejorar nuestras rutas de reparto, hacer más sostenibles las operaciones y lograr que cada envío encuentre su destino del modo más ágil y eficiente posible.


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