La Conferencia sobre el Cambio Climático (COP26) celebrada en Glasgow a lo largo del mes de noviembre ha tenido un poco de todo: desacuerdo, drama y un final relativamente feliz cuya lectura es muy interpretable, como suele suceder con las grandes políticas internacionales. Las 40.000 personas de 197 países reunidos (incluyendo China y la India finalmente) al menos llegaron a un acuerdo que fue calificado «de mínimos» en torno a muchas temas. Todo esto mientras en cientos de países activistas de todo tipo se manifestaban por la inacción, las políticas inadecuadas y otros temas relacionados con la emergencia climática.

Una parte importante de las decisiones tomadas en Glasgow estaban relacionadas con el transporte, en especial con los combustibles fósiles y cómo están afectando al clima y por extensión a sus efectos sobre las ciudades y sus habitantes, incluyendo todo lo relacionado con la calidad del aire que respiramos. Un dato oficial al respecto que aproximadamente el 10% de las emisiones de CO₂ globales se deben al transporte rodado, y es importante reducirlas todo lo posible. Esas emisiones son perjudiciales para los seres humanos y los científicos consideran que el aire limpio es esencial para muchos aspectos de la buena salud. Así que cuanto más las reduzcamos, mejor.

Algunas de las cuestiones tratadas en la COP26 coleaban todavía del Acuerdo de París (2015) e incluso del Protocolo de Kyoto (1997) y están relacionados con el aumento de la temperatura en el globo debido a los gases de efecto invernadero, el mercado de las emisiones de carbono y el uso de combustibles fósiles como el carbón y el metano.

El transporte y los combustibles fósiles

En cuanto al transporte en concreto, la conferencia enfatizó el papel de los vehículos eléctricos y a la electrificación en general: el uso de la electricidad limpia como principal fuente de energía para mover automóviles, camiones, trenes, barcos, aviones y otros medios de transporte. Este tipo de proyectos sobre los vehículos ya existentes se considera la mejor opción para evitar las emisiones de CO₂ en las ciudades. La diferencia se aprecia fácilmente mediante iniciativas como la medición de la calidad del aire en zonas urbanas, tomando muestras tanto en estaciones fijas como en puntos en movimiento. Analizando el aire y las partículas que contiene se pueden luego aplicar las medidas recomendadas por los científicos y la normativa al respecto.

Con respecto a los combustibles fósiles, cuyo papel como generadores de CO₂ es clave, se propuso una eliminación por fases, así como terminar con los subsidios que los mantienen. Pero esta propuesta se encontró con el rechazo de algunos países cuya economía se basa principalmente en dichos combustibles; se negaban incluso a una mención expresa del término «combustibles fósiles». Al final se llegó a un acuerdo que quedó en una versión un tanto descafeinada de esas intenciones. No obstante, el consejo para la transición a vehículos de emisiones cero (ZEV) que trabajó como parte de la conferencia pudo afinar con una lista de prioridades más detallada para los próximos años:

Prioridades para la transición a vehículos de emisiones cero (ZEV)

  1. Mejorar las infraestructuras para la recarga de vehículos eléctricos.
  2. Crear mejores estándares para medir y regular la eficiencia y las emisiones.
  3. Estudiar las fases y opciones tecnológicas de las emisiones en los vehículos pesados.
  4. Asegurarse de que la transición a los vehículos de emisiones cero es global y está al alcance de todos.

Actualmente cualquier empresa responsable tiene un compromiso para reducir su huella de carbono y compensar las emisiones restantes, y ser «100% neutro en carbono» es un primer paso para lograr los objetivos de la COP26. Para 2030 el cálculo es que deberían reducirse un 45%. Los organizadores dicen que cuando empezaron a trabajar en la Conferencia tan solo el 30% de los países participantes tenía en sus planes objetivos de neutralidad respecto a las emisiones de CO₂ y ahora mismo es ya el 90%.

Está claro que queda un camino largo, pero al menos muchas empresas y organizaciones ya llevan tiempo caminándolo, como SEUR, que, con vistas a convertirse en la empresa más sostenible del sector, trabajan día tras día para que en 2025 puedan realizar un reparto 100% sostenible en el centro de 20 ciudades españolas, así como reducir sus emisiones por paquete entregado en un 30% en todo el país.


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