Tesla-S

El fundador y presidente de Tesla Motors, la emblemática marca de coches totalmente eléctricos, publicó recientemente en el blog de la compañía una declaración cuando menos sorprendente: Tesla abría sus patentes para que cualquiera pudiera usarlas.

Tal movimiento es chocante en un mundo corporativo en el que las patentes, entendidas someramente como creaciones de la propiedad intelectual e industrial, se consideran importantes activos de las empresas. De hecho, muchas compañías valen tanto como lo que valen sus patentes.

La declaración de Tesla tiene muchas lecturas. La más directa es que reconocen haber cambiado de opinión y que, aunque originalmente atesoraban diversas patentes en torno a las tecnologías de los coches eléctricos, no planean usarlas «para hacer el mal» y perseguir a otras empresas – renunciando de ese modo a litigar por ellas.

En cambio, dicen, que otras compañías van a poder usarlas libremente para desarrollar más vehículos sostenibles, lo que se convierte en el objetivo final de la compañía.

Según comentan, además, no les preocupa que las grandes marcas automovilísticas puedan usarlas: sus ventas de productos eléctricos son tan insignificantes y minoritarias que no afectarán a Tesla Motors. En la carta se compara la idea de apertura con la del software libre – aunque de hecho hay ciertas diferencias importantes.

En cualquier caso, es interesante entender cómo en el mundo de la tecnología y la industria se usan las patentes. Dos son los puntos de vista más opuestos: usarlas de forma ofensiva y usarlas de forma defensiva.

  • Quienes usan las patentes de forma ofensiva inventan algo (un aparato, un software, un método de negocio), solicitan una patente y con el tiempo consiguen que se les conceda. Llegado el caso, si consideran que alguna otra empresa «copia» su invención pueden presentar una demanda o exigir el pago de una licencia. Si todo está en orden (y en un juicio la patente se confirma como válida, anterior a cualquier otra, con «mérito» por no ser una invención evidente, etcétera) puede resultar ser un gran triunfo para la empresa. Apple, Microsoft, Nokia o Samsung son algunos ejemplos de estas compañías. Esto ha llevado a grandes «guerras de patentes» a lo largo de las últimas décadas, a veces por detalles que una persona normal consideraría ridícula – como el icono de la papelera del ordenador.
  • Quienes las usan de forma defensiva, en cambio, registran también sus invenciones y patentes, pero no las utilizan para atacar a otras compañías que puedan copiar o inventar algo igual o similar. Solamente en caso de que alguien les demande a ellos por haber copiado algo –hay empresas que se dedican a eso únicamente– es cuando utilizan la patente para demostrar que esa invención es anterior. Por esa razón se las llama «defensivas»: si no se hiciera así, argumentan muchos, alguien podría absurdamente perder un juicio a pesar de haber sido el primero en inventar algo simplemente por no haber solicitado el registro de la patente – aunque debería tener la mala suerte de no poder demostrar que su invento es anterior y que la otra parte lo conocía. Google es el ejemplo perfecto: tiene muchas y buenas patentes en diversos terrenos, pero no las usa para demandar a nadie.

Habrá quien diga que la apertura de Tesla Motors es un brindis al sol: al fin y al cabo en el futuro podrían volver a cambiar de opinión y atacar a otros con sus patentes; incluso la frase en la que dicen que «no las emplearán contra quienes las usen de buena fe» deja entrever que juzgarán ellos mismos quién actúa de buena fe y quién no. Pero de momento, han movido ficha.

El hecho cierto es que tenemos este gesto que, sin duda, animará a otras empresas a revisar esas patentes para quizá aprovecharlas confiando en la bondad de Tesla Motors. Si esto ayuda a acelerar el desarrollo de los transportes eléctricos sostenibles en todas partes del mundo e, incluso, a que unas empresas colaboren con otras a tal fin, de «buenas maneras» en vez de litigando, bienvenido sea.


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