Neolix es una startup china que trabaja en un curioso invento: una especie de furgoneta robótica que circula como los coches autónomos y sirve para hacer entregas y recogidas de pedidos, haciendo a veces de «máquina expendedora a distancia». Tiene detrás varios años de desarrollo con Apollo, una plataforma abierta de software y hardware en la que participan empresas de todo el mundo, pero principalmente chinas, promovida por el gigante Baidu.


Para los desarrolladores de estas furgonetas robóticas la tarea es más sencilla que la creación de un coche completamente autónomo en el que viajen pasajeros: tan sólo deben asegurarse de que circulan con seguridad suficiente como para no interferir con las personas o el tráfico rodado. Se mueven a unos 50 km/h como máximo, superando pendientes del 20% y tienen una capacidad de carga de unos 2,4 metros cúbicos. Pero al no ir nadie en su interior hay un problema menos que resolver. De hecho se cree que son un paso lógico en la evolución de este tipo de vehículos: primero para transporte en entornos controlados (pruebas en circuitos cerrados o zonas como campus universitarios), luego mezclándose con el tráfico rodado en lugares más abiertos, finalmente haciendo lo mismo pero transportando personas.

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La solución de Neolix está planteada para los servicios de la llamada «última milla»: las entregas a los clientes y las recogidas en los puntos de origen. Para los usuarios solicitar los servicios es tan fácil como usar el móvil o una tableta. Las robofurgonetas llegan hasta los puntos de entrega –que de momento son puntos genéricos predeterminados– y abren sus puertas para que los clientes recojan los pedidos (o depositen paquetes para entregar), de manera similar a como funcionan los puntos de entrega con un código personal. Desde ahí pueden volver al almacén central. Otros modelos tienen una zona a modo de «máquina expendedora»: basta echar un vistazo a lo que hay disponible, elegir los productos solicitados y las puertas de seguridad se abren para recogerlos al momento.

Lo más interesante es que las robofurgonetas de Neolix tienen un precio razonable (unos 30.000 dólares la unidad, más o menos como un coche) y sobre todo que ya están en producción en la cadena de montaje: la empresa planea fabricar 100.000 en los próximos cinco años. Es una de las formas que tiene la industria de intentar acaparar un futuro prometedor: se ha calculado que en unos años tan solo en China se harán unos 1.000 millones de «pequeños envíos» diarios, para cuyas entregas se necesitarán auténticas flotas de todo tipo de vehículos y un complicado aparato logístico.

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Con este tipo de innovaciones lo que suele suceder es que con el mismo hardware, o mínimas modificaciones, se pueden hacer muchas más cosas con el paso del tiempo. Las actualizaciones –se ha visto en los coches Tesla– pueden dotarles de «nuevas habilidades»: permitirle circular por más zonas, llegar hasta diferentes lugares de entrega o hacer rutas entre tiendas y clientes sin pasar por los almacenes centrales (en uno de los vídeos se ve la entrega de un típico pedido de comida desde un restaurante a la vivienda del cliente). Todo esto por no hablar del momento en el que se le puedan poner asientos y sirva de taxi, que es otra de las posibilidades que está en mente de mucha gente.


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