Con más y más bicicletas circulando por las ciudades cada día, la convivencia entre ciclistas, peatones y vehículos se torna cada vez más complicada. Las bicicletas están especialmente desprotegidas cuando no hay carriles bici, pero incluso dentro de ellos hay un punto crítico en el que surgen la mayor parte de los problemas y se producen accidentes: los cruces. Por esta razón una de las ideas presentadas al concurso Outside the Box de la Universidad George Manson fue un trabajo titulado Cruces Protegidos, de Nick Falbo.
La idea de su creador es cambiar la forma en la que pensamos sobre los cruces adaptándolos convenientemente a las bicicletas. Normalmente, cuando se diseñan los carriles bici se hacen en paralelo a calzadas y aceras, sorteando los distintos obstáculos que se encuentran en el camino. Pero ese trazado parece descuidado e ineficiente al llegar a los cruces: a veces simplemente desaparece, en ocasiones se solapa con la acera de los peatones, hace extraños giros o –en el peor de los casos– se resuelve ocupando una parte antinatural de la calzada que los coches tienden a invadir.
El diseño de estos «cruces protegidos» incluye esquinas más amplias y redondeadas, que ocupan plazas de las zonas en las que normalmente aparcan los coches junto a las esquinas. Unas pequeñas «islas» en las esquinas sirven de protección por si los ciclistas quieren detenerse; también obligan a los coches a realizar los giros completos de 90 grados y no invadir los carriles pintados en el suelo. Las zonas de peatones y ciclistas quedan completamente separadas, de modo que no tienen por qué molestarse unos a otros. Y la visibilidad es máxima, lo que ayuda a prevenir cualquier posible conflicto entre coches y bicis.
El sistema se completa con una reprogramación más inteligente de los semáforos: se pueden añadir luces para las bicis y pensar en un «turno especial» para los ciclistas, en los que los cuatro puntos del cruce se abran en verde a la vez – dado que, como los peatones, los ciclistas pueden «negociar» fácilmente el paso entre ellos. Dependiendo de las distancias y características del cruce también se pueden usar combinaciones que permitan a coches y bicis circular pero sin tener que cruzarse, para evitar posibles problemas.
La idea no parece descabellada y aunque requiere de aceras ligeramente amplias para que los carriles bici vayan por su interior y cruces con ciertas distancias mínimas para que sean efectivos en las esquinas tan solo se pierde el espacio equivalente a una o dos plazas de aparcamiento – un sacrificio sin duda pequeño a costa de conseguir una ciudad más segura y protegida para todos.
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