Right Size Parking

Hubo un tiempo en que los coches y las ciudades estuvieron mejor avenidos: se podía circular con fluidez y aparcar en cualquier lugar. Sin embargo, pasadas varias décadas el exceso de vehículos hizo que en algunos lugares aparcar fuera casi una misión imposible, no solo afecta a que los precios de las plazas de aparcamiento aumentaran estratosféricamente e incluso que el diseño de las ciudades se concibiera para adaptarse a las necesidades de las familias y sus vehículos, sino que además tiene un impacto directo contra el medio ambiente.

Curiosamente, esta ciencia tiene poco de exacta. Para intentar arrojar algo de luz, los expertos crean modelos matemáticos con el fin de optimizar todo lo relacionado con la utilización de las plazas de parking, su construcción e incluso la fisionomía de los nuevos barrios. Y están consiguiendo avances.

Hay una explicación muy detallada del tema en el podcast en inglés Parking is Hell (Aparcar es un infierno) de los economistas y divulgadores de Freakonomics. Allí se entrevista a un experto de la universidad que ha escrito un libro de 800 páginas sobre el tema explicando algunas de las problemáticas y cómo se intenta arrojar algo de luz sobre el asunto.

Para empezar a entender la complejidad del problema resulta que nadie sabe muy bien siquiera cuántas plazas de aparcamiento existen en un país como Estados Unidos. La mejor aproximación que pudo obtener es que hay unos tres espacios de aparcamiento en la calle por cada vehículo familiar, unos 800 millones en total (para 250 millones de coches). Esto no incluye los aparcamientos subterráneos ni los comerciales; tampoco los vehículos comerciales o industriales.

Dos situaciones que suelen pasarse por alto es el coste de esas plazas: hay mucho espacio vacío que no se utiliza, pero ha tenido que ser asfaltado y ha de mantenerse cada año. Además, la cosa está muy mal repartida: aunque en un país haya espacio de sobra para aparcar el triple de coches, en urbanizaciones y suburbios no suele haber problema mientras que en las grandes ciudades no cabe un alfiler. A veces incluso el hecho de que haya espacio de sobra propicia que la gente compre más coches, que al trasladarse originan otros problemas.

Tenemos también que con el objetivo de estudiar mejor la demanda de aparcamiento la agencia responsable del área de Seattle en el estado de Washington, elaboró unos mapas bastante precisos sobre la situación de las plazas de aparcamiento, su uso y precios. Eso incluyó patearse las calles de enormes barrios a las 5 de la madrugada anotando la ocupación real. El resultado fue que allí hay más o menos 1,4 plazas de aparcamiento por cada unidad familiar.

Lo interesante del proyecto de Seattle es que además se incluyeron datos sobre el coste de las plazas de aparcamiento y cómo influyen en cuanto al precio de las viviendas o el alquiler. De este modo se puede acceder a una web llamada Right Size Parking donde puede estudiarse toda esa información. Los precios aparecen comparados con otras zonas y en función de la superficie de los pisos y apartamentos de cada manzana, el número de viviendas por edificio, etcétera.

Los promotores de este proyecto creen que disponiendo de esa información los ciudadanos y los constructores pueden contar con una buena herramienta para decidir si compran, alquilan o construyen una plaza de garaje; si realmente el precio está a la par con los de otras zonas o cuánto podría ahorrarse alguien que tan solo pretenda alquilar un piso sin plaza de garaje.

La tendencia hasta ahora ha venido siendo la de habilitar plazas de aparcamiento por encima de lo necesario: en las nuevas zonas de las ciudades constructores y compradores quieren huir de un posible futuro en el que la vivienda está inmersa en calles con atascos de tráfico y aparcamiento imposible, y apostar por la movilidad sostenible para respetar así el medio ambiente. Sin embargo, eso encarece su construcción para todos (no solo los conductores, también el resto de ciudadanos) y en realidad puede estar propiciando que el problema no se solucione nunca. Quizá con otros modelos y fórmulas el futuro de nuestras ciudades podría ser más tranquilo, sostenible y económico.


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