En la habitual avalancha de inventos raros e increíbles que llegan desde Japón, a veces, se encuentran curiosas soluciones para problemas comunes, como este sistema de aparcamiento subterráneo para bicicletas cuya explicación detallada puede verse en el vídeo que compartimos [subtitulado en inglés haciendo clic en el icono de YouTube].

Dejar las bicicletas en la calle es la solución más habitual en cualquier ciudad pero, en ocasiones, es poco práctico: si hay un gran número de ellas, ocuparán buena parte de la superficie de las aceras para peatones; el aparcamiento exterior gratuito no está exento del problema del vandalismo y, además, los vehículos sufren de las inclemencias del mal tiempo, empezando por la lluvia.

La solución de guardarlas en un parking interior no es mala, pero a nadie le gusta perder mucho tiempo en la operación; si hay que subir o bajar plantas, por ejemplo. Para que este sistema sea práctico la operación debe ser rápida: los ingenieros que han inventado el Eco Cycle han conseguido que se pueda dejar la bicicleta sola en tan solo 15 segundos, un tiempo récord digno casi de los boxes de Fórmula 1.

El usuario no tiene nada más que instalar un chip junto a las ruedas con un par de bridas de plástico, algo parecido a los sensores para los aparatitos que miden la velocidad y distancia recorrida. Este chip inalámbrico lo lee la máquina de aparcamiento cuando se acerca la bicicleta y reconoce al usuario que, además, cuenta con una tarjeta especial (donde se han registrado previamente sus datos personales, cuenta bancaria, etcétera). Para recogerla, basta usar la misma tarjeta en una especie de cajero automático de aparcamiento.

El mecanismo es simple y directo: un brazo mecánico fija la bicicleta y la conduce hasta el interior, donde toda una suerte de mecanismos dignos de Leonardo Da Vinci la suben, bajan y colocan en las plazas de aparcamiento libres disponibles. Cada centro de aparcamiento tiene capacidad para 204 bicicletas cuidadosamente «empaquetadas» y es normal que haya varios cerca para crear un aparcamiento de miles de plazas que no ocupa apenas espacio en la acera de la calle o plaza.

Con la entrada del aparcamiento apenas visible, sus «profundidades» llegan hasta los 11 metros. Pero los viandantes ganan en espacio para pasear, colocar quioscos, asientos y otros usos cotidianos. Las bicis, mientras tanto, están resguardadas, no necesitan «candado» y cuando se vuelve a por ellas se pueden recuperar en cuestión de segundos con todas sus piezas intactas, libres de vandalismos.

Los precios planteados son además muy razonables: entre 10 y 20 euros al mes según se trata de estudiantes o ciclistas en general. Esta misma solución ha existido en diversas encarnaciones para automóviles – siendo su construcción mucho más impresionante por el tamaño. Sin embargo, no es una opción que se haya popularizado, quizá porque el mantenimiento de este tipo de sistemas mecánicos es casi siempre mayor de lo esperado y cuando falla puede resultar un tanto frustrante para los clientes. Quizá, los avances en tecnologías de pago y materiales y mecanismos estén empezando a cambiar esto.


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