Hemos entrado en un nueva dimensión del concepto de comercio. Hace apenas una década, pensar en comprar por Internet como ahora sería simplemente una cuestión de futurismo. A día de hoy, la realidad es bien distinta: incluso, en el autobús, podemos realizar una compra a través de un smartphone. Y, lejos de ser Ciencia Ficción, supone una realidad que se impone incluso sobre el comercio tradicional.
Adaptarse a esa omnipresencia de oferta y demanda, sumada a una globalidad como la que vivimos, conlleva importantes cambios en la manera de concebir la estructura de un negocio, especialmente cuando lleva la «e» delante. Algo que pasa fundamentalmente por una apuesta segura: la trazabilidad.
Para comenzar, hay que tener en cuenta que el escenario de compra-venta online ha cambiado. Gracias a la generalización de los smartphones podemos comprar algo en la palma de la mano, recogerlo en una tienda física y realizar una devolución a través de Internet. La capacidad de venta multi y omnicanal se ha consolidado, sin duda, como un buen amigo del comercio. Una amistad que, en el caso de las grandes superficies, ya cuenta con una respuesta (son muchos ya los que cuentan con aplicaciones móviles y un servicio que da cobertura plena a todos los usuarios, accedan a la compra desde dónde accedan). Algo que es todavía una asignatura pendiente para el comercio minorista, mediano y pequeño.
Uno de los aspectos que pueden impulsar la entrada de este tipo de comercios de menor tamaño en plataformas multi y omnicanal es precisamente realizar hincapié en su propio stock. Apoyarse en un sistema de control de stock que nos permita saber qué tenemos, cuándo podemos servirlo y calcularlo con el precio más competitivo para el cliente supone, además, reorganizar el almacén de productos para dar respuesta a los diferentes canales de compra y poder lograr un control en tiempo sobre las existencias. Saber qué se tiene en tienda o qué hay disponible en online en todo momento permite conocer la disponibilidad de sus propios productos, dar respuesta a una demanda que llega desde Internet, reabastecer la tienda en caso de falta de stock o poder gestionar correctamente una devolución.
Y precisamente son las devoluciones las que más comprometen el correcto funcionamiento de una cadena de suministro. Los e-commerce minoristas no sólo tienen que facilitar las devoluciones (una buena política, sobre todo si se trata de una pequeña o mediana e-commerce con ventas multicanal, ya que puede suponer un impulso para las ventas) sino que, además, han de buscar mecanismos que permitan asumir este reembolso sin que suponga parar su actividad. Apostar por la tecnología de visión (que permite automatizar la gestión de devoluciones sin intervención manual cada vez que se produzca una de ellas) o por soluciones de pago móvil (que han de permitir, en todo momento, cuadrar el stock del minorista) son importantes puntos a tener en cuenta por cualquier comercio que busque optimizar el funcionamiento de su negocio y, por tanto, de su stock.
Y el stock en sí mismo no deja de ser otro de los puntos importantes a tener en cuenta: apostar por aquellos productos a los que se les saca mayor rentabilidad como manera de racionalizar nuestro propio almacén. No hay que perder de vista que, a día de hoy, existe una demanda de extremos: de lo más económico a lo más exclusivo. Algo que no debe dejar de lado el comercio online a la hora de elegir su propia cartera de productos. No siempre apostar por lo más rentable es la única opción, sino que también jugar con los propios márgenes de gasto de la actividad: reducir el stock almacenado para minimizar riesgos, optimizar la logística (con tiempos de entrega más rápidos del almacén a la tienda e, incluso, con respecto al cliente final) o reducir los costes de manipulación de los productos.
En resumen, buena gestión como aliada del buen comercio.
Foto | Chausinho
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