En todo tipo de negocios e industrias en las que la difusión de servicios para clientes repartidos por un amplio territorio requiere llegar físicamente hasta el lugar en el que se encuentran, con una gran «capilaridad», existe un concepto conocido como la última milla.

Esa última milla –curiosamente lo de «último kilómetro» no cuajó– suele utilizarse mucho en telecomunicaciones: redes de cable, Internet o incluso telefonía móvil. El concepto hace alusión al despliegue por una ciudad de los grandes canales troncales de una red en contraposición con la extensión del último tramo (sean decenas o centenares de metros o la proverbial milla) hasta el domicilio del cliente final.

Link: logística sostenible

Ayelet Fishman, como parte de su Master de Diseño y Mobilidad, concibió hace tiempo una idea que emplea un paralelismo que intenta resolver esta causística en las redes logísticas que transportan paquetes, documentos o todo tipo de envíos en las ciudades.

Su idea se llama Link y consiste en un gran replanteamiento de la forma de distribución. A grandes rasgos: en el exterior de las ciudades habría grandes centros y almacenes, que transportarían los envíos a unos pocos centros que cubrirían diversos barrios. Allí, utilizando contenedores robóticos autónomos, se harían las entregas a nivel local.

A nivel de impacto medioambiental esta solución eliminaría decenas o cientos de pequeños vehículos que constantemente circulan por las ciudades o pasan su tiempo buscando un sitio para aparcar para completar las entregas, algo que podría automatizarse con solo dejarlo en la puerta de los destinatarios y enviarles un mensaje de aviso al respecto.

Link: logística sostenible

Los robots móviles de Link podrían pasar perfectamente por contenedores de reciclaje por su aspecto. Equipados con un armazon de ruedas pueden moverse de un lugar a otro o aparcarse en zonas designadas para servir de pequeños almacenes. Una de sus más curiosas características es que se moverían aprovechando el transporte público: siguiendo de cerca a los tranvías o autobuses, lo que facilitaría su conducción autónoma. Los armazones de ruedas podrían además cambiar de contenedor en las estaciones locales fácilmente, dejando unos llenos y llevándose los vacíos. Naturalmente emplearían motores eléctricos e irían equipados con comunicaciones en tiempo real para poder funcionar de forma óptima ante cualquier imprevisto.


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