Internet ha cambiado nuestra manera de vivir hasta el punto de hacernos cambiar nuestros hábitos hasta límites insospechados. La oferta de e-commerce de la red ya es capaz de lograr que compremos de manera online cosas tan «delicadas» como alimentación. Un detalle que consolida un nuevo modelo de consumo al que no se le puede perder la vista.

Somos Social Shopper, un perfil de comprador que se basa en la red como mercado de oportunidades y ofertas. Y, lo que es más importante, que tiene en cuenta las opiniones y experiencias de compra de otros usuarios de Internet antes de decidirse a comprar.

Consumimos según las opiniones que leemos en la red, seguimos aquellos e-commerce que nos recomiendan otros usuarios y atendemos más a la reputación online que a la que nos pueda propiciar la experiencia como usuario de una tienda física. Lejos de ser sólo una cuestión de moda o del boom de la penetración de Internet, el futuro pasa por llevar una «e» delante: según un reciente estudio de la división Retail&Wholesale de Barclays, en 2021 más de la mitad de los consumidores británicos (un país ejemplo de desarrollo del e-commerce) serán compradores sociales. Un dato respaldado en el consumo de redes sociales: el 70% de los compradores online ya era consumidor adepto y activo de redes sociales. Algo que, por supuesto, no ha pasado desapercibido ya para el actual titán del online: Facebook. Además del «Me gusta», en nada podremos ver el «Lo quiero».

Lo más curioso es que este modelo de consumo está basado en una acción multicanal: somos receptivos a las novedades, proposiciones de otros usuarios en las redes y baremamos las recomendaciones (sobre todo, en cuanto a experiencias de compra) de otros usuarios antes de comprar. Si la mera oferta en Internet de un e-commerce nos llama la atención, sometemos la intención de compra a la «votación» de otros internautas antes de decidirnos. Nos dejamos incluso guiar por sus sugerencias de consumo y estamos abiertos a que nos enseñen nuevos e-commerce. En muchas ocasiones, el multicanal se amplía hasta el punto de que consultamos en el punto de venta las características del producto (algo que, por ejemplo, se hace mucho en moda) antes de efectuar la compra. Eso sí, por Internet.

Algo que, de alguna manera, respalda la existencia de las tiendas físicas y que supone para el canal retail una auténtica apuesta por no quedarse fuera del enorme volumen (uno de los motivos por los que las ventas flash se han consolidado como una buena herramienta comercial) de ventas que se genera en la red a partir de una opinión social. Según el estudio, en los próximos cinco años la influencia de las redes sociales repercutirá en unos beneficios para el e-commerce de 3,3 billones de libras. Un salto cualitativo con respecto a la actualidad (mueve en torno a 1,4 billones) que no hay que dejar pasar.

Foto | Retail Intelligence


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