Emprendedor, según la Real Academia Española: 1. adj. Que emprende con resolución acciones dificultosas o azarosas. Es interesante descubrir cómo se ha adoptado un adjetivo que describe una actitud como sustantivo que describe una profesión. No he hecho la prueba, pero estoy seguro de que si preguntamos por la calle qué es un emprendedor, la mayoría de las respuestas dirían algo así: un joven que monta una empresa en Internet. Es curioso, porque la inmensa mayoría de los empresarios que se lanzan a desarrollar una actividad no son muy jóvenes, ni las empresas son en Internet. ¿No creéis?
Sin duda la palabra emprendedor está de moda, y lo está porque por suerte para todos como sociedad, estamos llegando al profundo convencimiento de que solo si muchas personas desarrollan un carácter emprendedor y se lanzan a montar empresas o actividades en todos los ámbitos de la economía, se puede remontar esta situación tan complicada en la que estamos inmersos. Da igual que la empresa sea grande o pequeña. Todos los grandes proyectos tienen un inicio. Google nació hace quince años y se montó con dos personas, y Facebook con tres.
No podemos desarrollar espíritu emprendedor por la vía legislativa. Ser emprendedor es una actitud ante la vida. Lo normal es que las personas que desarrollan esta actitud en algún momento acaben iniciando una actividad como empresario o autónomo, pero no es imprescindible que sea así. Desde mi humilde punto de vista, emprendedor es una característica que identifica a un tipo de profesionales y personas que están dispuestos a correr riesgos y aventurarse en terrenos desconocidos, sortear dificultades, imprevistos y cambios de viento. Un auténtico emprendedor no puede estar “subvencionado”, sería equivalente a crear deportistas sin espíritu de superación y sin ambición. Con franqueza, no creo que podamos crear una generación de profesionales emprendedores por decreto ley.
Es cierto que el marco regulatorio actual en España es poco facilitador y que en este terreno todavía hay un gran camino por recorrer. El empresario emprendedor no puede esperar que le subvencionen su actividad, es ir contra natura. Ningún auténtico emprendedor lo espera. Pero sí puede y debe exigir a las autoridades políticas que le eliminen la mayoría de las infinitas trabas que dificultan poner en marcha su proyecto que tan necesario es para la sociedad. También es deseable que existan incentivos que faciliten la creación de empresas y el inicio de nuevas actividades porque, al final, los emprendedores son quienes generan empleo y, por tanto, valor sostenible a la sociedad. Esperemos que nuestras autoridades políticas hayan captado el mensaje y la regulación que se avecina acierte en este sentido.
No obstante, desde mi punto de vista, mucho más importante que lo anterior, es lograr cambiar la percepción social al respecto. Por desgracia, la educación en España ha estado siempre muy orientada a la búsqueda de seguridad laboral como paradigma del buen hacer. El ideal ha sido tradicionalmente ser funcionario y, si no es posible lo anterior, empleado para toda la vida de una gran empresa, y si es pública, mejor. La paradoja es que la mayoría del empleo de este país no está ahí. La figura del emprendedor seguirá estando en multitud de micropymes, pymes y autónomos que generan y soportan una buena parte del tejido productivo español. Es en las escuelas y familias donde se debe inculcar estos valores y cualidades.
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