A la hora de que una startup triunfe, da igual en qué sector de actividad opere o cuál sea su propósito de mercado, existen tres variables que deciden el éxito o el fracaso del proyecto. La primera y más obvia es el valor añadido o disruptivo de la idea o producto que queremos impulsar. La segunda es atinar con el público ideal que está dispuesto a pagar por lo que ofrecemos. Y la tercera, olvidada en la discordia de la apatía, es tener financiación suficiente para dar vida a toda la iniciativa.
No en vano, muchas empresas de nuevo cuño se quedan por el camino al no poder sobrevivir en el tiempo. Hemos de tener en cuenta que muchos de los proyectos digitales no pueden monetizar sus desarrollos en el corto plazo, con lo que necesitan un largo período de maduración en el que es necesario contar con un buen colchón económico que evite sorpresas desagradables.
Para obtener esa financiación, son varios los mecanismos que emplean las startups y, cada uno de ellos, cuenta con sus ventajas y desventajas. Aquí resumimos solo cinco de las vías más populares… pero hay tantas fuentes para conseguir dinero como límites tenga nuestra imaginación.
Autofinanciación / Bootstrapping
La fórmula por defecto para apoyar económicamente cualquier nuevo proyecto empresarial suele ser la autofinanciación, ya sea tirando de ahorros, inversiones en terceras compañías o del hiperconocido como ‘family&friends&fools’ (familia, amigos y locos). En todos estos casos tenemos la ventaja de estar al margen de intereses (ya sean económicos, como los impuestos en un préstamo, u organizativos, como los que cedemos al permitir entrar en el capital a un inversor) pero también su alcance y capacidad suele ser limitada a los estadios más iniciales de la startup.
A más largo plazo, podríamos hablar del manido término en inglés de bootstrapping. Se trata, en este caso, de la financiación de las actividades de la startup con sus propios ahorros y los ingresos generados con su facturación, en lugar de depender de financiación externa en forma de inversiones de capital o préstamos. Obviamente, estamos ante una forma de crecimiento totalmente orgánica y que nos permite ser independientes en todos los sentidos, pero peca de una limitación de origen: para que funcione el bootstrapping es necesario contar con una cartera de clientes muy amplia desde prácticamente el primer minuto.
Incubadoras / Aceleradoras
En nuestro país cada vez proliferan más incubadoras y aceleradoras de startups, espacios (normalmente asociados a un lugar físico, pero no necesariamente) de innovación colaborativa donde distintas empresas encuentran cobijo, asesoramiento, servicios de valor añadido (marketing, comunicación, legal, fiscal…), la tan ansiada financiación y una extensa red de contactos para acelerar el despegue de su proyecto.
A cambio, estas incubadoras o aceleradoras (que se distinguen principalmente por el grado de madurez de las startups con las que trabajan) exigen entrada en el capital de la empresa, de modo que se convierten en accionistas de la misma y obtienen poder de decisión real en la organización. YCombinator, BStartup, TechStars, Capital Factory, Wayra y SeedCamp son solo algunas de las más populares.
Préstamos públicos
En función del tipo de startup que estemos desarrollando, también encontraremos abiertas las puertas de la financiación pública, tanto mediante subvenciones como con préstamos a tipos de interés muy competitivos. En ese sentido, dos son los programas a los que debemos estar especialmente atentos:
- Créditos ICO: Los préstamos del Instituto de Crédito Oficial están especialmente pensados para toda clase de autónomos, empresas y entidades públicas y privadas, tanto españolas como extranjeras, que realicen inversiones productivas en territorio nacional y necesiten liquidez. Según rezan sus últimas convocatorias, se puede llegar a financiar hasta el 100% del proyecto con una cantidad máxima de 12,5 millones de euros.
- ENISA: Para los emprendedores considerados de base innovadora, existe otra vía de financiación gracias a ENISA; organismo participado por la Dirección General del Patrimonio del Estado y el CDTI. Dentro de este organismo, encontramos tres líneas principales de actuación: ENISA Jóvenes (dirigido a proyectos de menos de 24 meses de vida creados por menores de 40 años, pudiendo acceder a 75.000 euros que deben ser devueltos en siete años), ENISA Emprendedores (las empresas deben tener la misma corta trayectoria, pero se elimina el límite de edad de los fundadores y se amplía el importe máximo a 300.000 euros) y ENISA Crecimiento (para proyectos más maduros, con financiación de hasta 1.500.000 euros a nueve años).
Banca
Históricamente, las startups de base tecnológica han tenido grandes problemas para acceder a la financiación bancaria tradicional. ¿La razón? Los modelos de análisis de riesgo que emplean estas instituciones no están preparados para valorar correctamente negocios en los que la propiedad intelectual es el principal activo, en detrimento de locales comerciales o productos físicos que son más fácilmente tasables.
Sin embargo, en los últimos años la mayoría de bancos han comenzado a abrir el grifo en estas lides, acompañados además de plataformas de financiación online específicamente pensadas para startups, como MyTripleA. En cualquier caso, los bajos tipos de interés que se manejan en el mercado convierten los préstamos en una buena opción de financiación, con la que además mantendremos el control de la compañía en todo momento.
Crowdfunding
Por último, siempre podemos recurrir a la comunidad para que nos apoyen económicamente y ayuden a desarrollar la idea de nuestra startup. Es lo que se conoce como crowdfunding, por el que ciudadanos anónimos pueden contribuir con su capital a la empresa a cambio bien de acciones en la misma o de ciertos privilegios o beneficios (como acceso preferente a nuestro servicio o producto, descuentos futuros, etc.). Algunas de las opciones más populares al respecto son Kickstarter, The Crowd Angel o Crowdcube.
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