La estrategia de Amazon con su asistente Alexa permite a algunas startups añadir «funcionalidad inteligente» a ciertos productos y servicios utilizando tecnología ya existente. Se trata del Alexa Voice Service, un servicio que básicamente permite a los desarrolladores crear «interfaces de voz» para conectar sus aplicaciones y dispositivos con otros productos y servicios, utilizando APIs (interfaces de programación de aplicaciones) que van creciendo y mejorándose con el paso del tiempo.
En conjunto estamos hablando de miles de aplicaciones y servicios trabajando juntos en la nube, lo que Amazon denomina «experiencias mágicas en modo manos libres», que funcionan con altavoces inteligentes, teléfonos móviles o incluso en automóviles.
Además de esto, Amazon cuenta con un fondo de 200 millones de dólares, el llamado Alexa Fund, para algunas startups seleccionadas, que encajan estratégicamente con productos destacados que planean aplicar esta tecnología de algún modo. ¿Cuáles son esos requerimientos? Principalmente que sean productos que creen Skills («nuevas habilidades») para Alexa en forma de herramientas que permitan poner en marcha nuevas experiencias, ya sean sobre productos ya existentes o nuevas ideas, aunque sean un poco locas.
Para quienes quieran incorporar Alexa a sus proyectos la compañía pone a su disposición un canal de vídeo en Twitch en el que todas las semanas los desarrolladores pueden aprender lo más básico, así como un kit completo de documentación de desarrollo. Eso sí: hay quien ha mostrado sus reticencias a desarrollar para Amazon mientras la compañía vende productos y servicios muy similares. Es una problemática que en general tienen todos los «ecosistemas de desarrollo» asociados a una marca o tecnología determinada (incluyendo Apple, Google y otras) y que las empresas intentan minimizar poniendo cortafuegos imaginarios entre los equipos que trabajan en diferentes departamentos.
El hecho cierto es que añadir control por voz e interacción con otras aplicaciones y dispositivos era hasta ahora una labor que requería meses de investigación y desarrollo; ahora basta con apenas unas tardes de aprendizaje. Luego todo es cuestión de «refinar» los resultados. Por poner un ejemplo, en un artículo Harret Vargas se explica cómo mejorar el reconocimiento de órdenes por voz en 30 minutos, básicamente no dando por supuesto que todo el mundo va a dar las órdenes por voz con las mismas frases. Imaginemos una pizzería recibiendo pedidos: si solo se procesa «quiero una pizza grande de pepperoni para llevar» el sistema fallará con frases distintas como «me gustaría encargar una de…» «…tamaño para 4 personas…» «… mitad cuatro quesos y mitad pepperoni». Son sutilezas no demasiado difíciles de investigar y que pueden marcar la diferencia entre un servicio que funcione bien y uno que funcione regular (o mal).
Añadir esta funcionalidad de voz a algunos productos ayuda sin duda a potenciarlos y diferenciarlos. El caso típico puede ser un software en forma de app que si se puede gestionar mediante comandos de voz resulta especialmente útil (quizá porque lo normal sea usarlo «sin manos»). Lo mismo sucede con ciertos dispositivos hardware, incluyendo prototipos creados con módulos como los de las Raspberry Pi: tecnología barata pero muy poderosa cuando se le añaden esas funciones.
En cuanto a la diferenciación, añadir Alexa a un producto puede marcar toda una diferencia: se han visto surgir desde colchones a despertadores y cafeteras capaces de reconocer órdenes sencillas para manejar la domótica de la casas: encender luces, controlar la música y similares. Es todo cuestión de echarle imaginación.
{Foto: Portrait of a lifeless Alexa (CC) Andres Urena @ Unsplash}
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