Con la llegada de todo tipo de robot autónomos y medios de transporte alternativos algunos ingenieros están recurriendo a la más inesperada de las inspiraciones para dotarlos de autonomía: la inteligencia colectiva de animales como las hormigas, capaces de trabajar en equipo y dotados de una especie de «mente colectiva» que también se da en otros insectos como las abejas. De ahí que su estudio y aplicación se denomine «inteligencia de enjambre» (swarm intelligence).

En este caso han sido investigadores del centro de investigación Fraunhofer de Alemania los que han preparado un entorno real en el que realizar sus pruebas y comprobar en la práctica la funcionalidad de sus ideas. Construyeron un centro de almacenaje logístico de unos mil metros cuadrados, con sus estanterías, mesas y zonas de entrada y salida y colocaron en él a 50 pequeños vehículos autónomos encargados de traer y llevar paquetes y otros objetos.

Esos pequeños robots autónomos llamados Multishuttle son relativamente comunes y los ingenieros les añadieron todo tipo de sensores: acelerómetros, sistemas de posicionamiento y escáneres láser. Individualmente, no son demasiado inteligentes, aunque pueden evitar obstáculos y calcular rutas sencillas de un lugar a otro. La cuestión es, ¿podrían trabajar juntos, comportarse inteligentemente y lograr resultados prácticos?

Para comprobarlo, programaron cada robot de transporte autónomo con unos algoritmos y fórmulas basadas en un modelo matemático que recrea el comportamiento de las hormigas cuando salen a recoger comida alrededor del hormiguero. También les dieron un plano del lugar y un inventario. Al estar interconectados en una red local, los Multishuttle pueden enviarse mensajes los unos a los otros fácilmente – mediante señales inalámbricas.

Una orden simple como puede ser «llevar el paquete A de la estantería B a la mesa C» viaja de robot en robot hasta que entre todos ellos deciden –por poner un ejemplo– que lo más adecuado es que lo recoja la unidad que está más cerca de la estantería donde se encuentra el objeto, si en ese momento está libre. El robot hace la recogida, explora los códigos y lleva el objeto a su destino sorteando a los otros vehículos de la planta. Verlos a todos actuar a la vez debe ser digno de admiración.

Lo interesante de la solución es que no requiere un ordenador central que coordine todas las operaciones: la «inteligencia» del sistema está distribuida entre todas las unidades que están trabajando conjuntamente. El sistema funciona independientemente del número de robots que haya en activo, de modo que se puede ampliar o reducir su número fácilmente según las necesidades. Incluso si alguno de ellos se estropea o atasca y queda «fuera de juego» eso no supone un problema ni requiere detener las operaciones.

Los investigadores creen que los desarrollos de este campo podrían permitir en el futuro equipar a otro tipo de transportes: desde los coches o robots exploradores o medios de transporte público. En estos últimos años, por ejemplo, ha habido diversos experimentos con coches que se comunican entre sí que no requieren intervención humana, con el fin de evitar accidentes de tráfico.

Si hoy en día las máquinas ya pueden colaborar como si fueran hormiguitas, no sería descabellado que unos años puedan negociar entre ellas cuál es la mejor forma de evitar los atascos de tráfico en plena calle.

{Foto (C) Fraunhofer-Gesellschaft}


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