Foto: Connect and Drive Demo (CC) Ultimate Bart

Suele decirse que la tecnología avanza más rápido que las leyes y, en el caso de los vehículos autónomos, vuelve a ser cierto. Tanto es así que algunos analistas consideran que el mayor problema para que este tipo de coches empiecen a verse circular por las calles y carreteras será probablemente de tipo legal, más que de tipo técnico.

La situación recuerda un poco a la del Segway, ese patinete eléctrico venido a más que sus creadores insisten en llamar «sistema de transporte personal». Cuando se presentó al público, su inventor ya auguraba que de convertirse en un éxito requeriría no solo de un cambio de mentalidad en los usuarios de coches y transportes públicos, sino también de un cambio en la fisionomía de las ciudades y la legislación existente.

Y ahí comenzaron parte de sus problemas: capaz de alcanzar los 20 km/h, un Segway parece más peligroso que una bicicleta. Y lleva un motor, pero es eléctrico y de baja potencia. Por su diseño, está concebido para ocupar el espacio de una persona de pie, y de hecho su entorno natural son las aceras por las que se suele pasear – no la calzada. Es la fórmula para el desastre normativo perfecto.

Al igual que podría sucederles a los coches autónomos, para los Segways las normas cambian según cada país, región y ciudad. En algunos requieren llevar casco, en otros no. Las edades mínimas varían, así como las velocidades máximas. En Japón solo se vende para su uso en interiores, no en la calle. En otros lugares han de ir por el carril bici, en otros por la acera y en algunos, por la calzada. En España, todo depende de cada ayuntamiento; normalmente son poco exigentes y suelen aplicárseles las normas de las bicicletas.

Imaginemos ahora esos mismos problemas legales pero para monstruos de 1.000 kilos que circulan a 100 km/h con varios pasajeros en su interior y conduce un cerebro electrónico.

Por un lado están los requerimientos técnicos que deberían superar los vehículos para estar homologados y conseguir un permiso de circulación. ¿Podrían circular por todas partes, solo por ciudad, quizá solo por carretera? Aunque sea un poco contrario a la intuición, los vehículos autónomos se manejan mejor por las autopistas: las vías son más sencillas, suelen estar más despejadas y hay menos imprevistos.

Hay que recalcar la errónea idea que mucha gente tiene sobre este tipo de coches: que no hace falta que nadie esté junto al volante para que funcionen (y que prácticamente podrías circular echándote una siesta). ¿Y qué ocurre si hay un incidente? ¿De quién es la responsabilidad? En realidad, en algunos lugares en los que ya se les permite circular es obligatorio que un conductor con carnet esté siempre al volante por si ha de tomar el control – normalmente si el coche se lo «cede» ante cualquier situación imprevista.

En la actualidad ha habido todavía pocos avances en estas cuestiones legislativas. En Estados Unidos, por ejemplo, tan solo cuatro estados (Nevada, California, Florida y Michigan) han aprobado alguna legislación al respecto – que además varía de unos a otros. Otros cuatro no han conseguido aprobarla, mientras que otros diez están todavía «decidiendo» qué hacer. El resto carecen de legislación al respecto. Es algo así como si en España estuvieran aprobados pero en Portugal prohibidos y en Francia hubiera un vacío legal.

La lucha para las empresas del sector del transporte del futuro pasará muy probablemente por un largo camino de piedras en forma de legislaciones obsoletas, costosos «lobbies» para mostrar los beneficios de la nueva tecnología y algún que otro fracaso. Y en Europa y Asia probablemente suceda tres cuartos de lo mismo, con normativas que quizá sean a nivel Europeo (o quizá no) y muchas incógnitas todavía por despejar.

{Foto: Connect and Drive Demo (CC) Ultimate Bart @ Flickr}


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