Cada vez que se acerca la época estival, las vacaciones y todos sus preparativos toman el control de nuestro día a día. A dónde ir, cómo ir, pero sobre todo, qué equipaje nos llevamos. Esto, que se repita cada año, sigue siendo una de las tareas más complejas de cara a la preparación de un viaje, y mucho más si hablamos de una familia con niños. Las dudas son claras, ¿llevamos suficiente equipaje? ¿Llevamos demasiado? ¿Qué nos llevamos, y qué dejamos?
Se estima que preparar el equipaje termina en discusión cerca del 41% de las veces, la demostración palpable de que esta es una tarea compleja y también ingrata. Si nos quedamos cortos y olvidamos algo que luego se hace imprescindible, el «drama» está asegurado.
Por otro lado, si nos llevamos demasiadas cosas tendremos la sensación de haber pasado un mal trago para, después, no hacer uso de una parte importante del equipaje, un equipaje que pesa y que ocupa un volumen nada despreciable. De hecho, en el 84% de los casos se aplica la regla del «por si acaso», y parte de las maletas vuelve a casa sin haber sido de necesidad.
Entre los objetos que llevamos y que solemos traer de vuelta están, entre otros, prendas de abrigo, complementos, y otros enseres similares que, desde el principio, visualizamos como un extra que llevamos por si los llegásemos a necesitar. Esto significa, ni más ni menos, que estamos «habilitando» un volumen (y peso) extra para equipaje que nos podríamos haber ahorrado a toro pasado.
En este sentido hay que pensar en dos tipos de viajeros: los que utilizan el coche, y los que utilizan otro medio de transporte, por ejemplo el avión. Para el caso de viajar en coche, el espacio de maletero suele ser muy limitado, en general, y existe un porcentaje importante de casos en los que el equipaje, sencillamente, no cabe en ese espacio de almacenamiento.
Este factor limitante es muy importante debido a que, si hemos de llevar bultos en el interior del coche porque no nos caben en la caja, podemos tener que pensar, incluso, en restringir el número de pasajeros. Como cifra, en el 47% de los casos de viajes en vacaciones se llevan bultos en el interior del coche.
Si nos centramos en otros medios de transporte como el avión, el dilema del equipaje es todavía mayor. En el avión no solo hemos de medir el tamaño y peso del equipaje (y por supuesto del equipaje de mano), sino que si nos pasamos de los máximos permitidos deberemos pagar un sobrecoste. Este pago extra es algo que echa para atrás a muchos viajeros, y no es para menos.
Frente a la evidencia de que los vuelos «están más baratos» hoy que hace 20 años, y en parte por la existencia de aerolíneas de bajo coste, el exceso de equipaje se paga carísimo, y además se incurre en exceso con mucha más facilidad. En la cabina cabe menos equipaje de mano cada vez (son más pequeñas y tienen menos espacio de almacenamiento), y los recargos por pasarse del peso máximo al facturar son el contrapeso que eleva el precio total del viaje.
Según una encuesta sobre la política de equipajes realizada entre los usuarios de liligo.com, el 78% considera que los precios que cobran las aerolíneas de bajo coste y tradicionales son excesivos, frente al 21,1% que los ve «razonables»; por otro lado si nos fijamos en las aerolíneas tradicionales, el precio de facturación de equipaje parece elevado, así que muchos viajeros desestiman el viaje en ese transporte.
Menudo dilema, entonces. Y es que aunque sigas nuestros consejos para preparar una maleta de viaje, el dilema seguirá estando ahí: ¿qué dejamos? ¿Tendremos sitio suficiente en el maletero? ¿Nos pasaremos de peso para facturar el equipaje en nuestro viaje en avión? Está claro que hay que pensar en alguna solución viable para que nuestro equipaje llegue a su destino sin contratiempos.
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