A principios de año Elon Musk, uno de los emprendedores modernos por excelencia, se encerró durante algunas semanas en la principal fábrica de Tesla para detectar y resolver algunas de las ineficiencias del proceso de fabricación de los coches que allí se fabrican. Su actitud fue un tanto controvertida: dijo estar literalmente atrincherado, «durmiendo en el suelo del taller» y que «no tenía tiempo siquiera para ir a casa a darse una ducha».

Por un lado esto podía entenderse como un claro defecto de micromanagement (querer gestionar cada detalle personalmente) y de falta de planificación y confianza en el equipo: ¿Qué hace el consejero delegado de una empresa revisando esas cuestiones personalmente y durmiendo en el suelo de la fábrica? Pero por otro puede verse como un ejemplo de liderazgo, de arrimar el hombro pero sobre todo de intentar resolver las ineficiencias allí donde las haya. Y qué mejor forma que revisar todos los procesos en persona, intentando entenderlos un poco «desde fuera», sin la contaminación de la rutina del día a día de quienes trabajan en cada área de la fabricación.

En unos días Musk comprobó algunas de las razones por las que no estaban fabricando 2.500 unidades a la semana sino solo 2.000 (y el plan era llegar a 5.000 en unos meses). Encontró dónde estaban los cuellos de botella. Por poner un ejemplo: comprobó que uno de los sistemas de cintas transportadoras se había vuelto tan complejo y fallaba tan a menudo que llegaba a ser absurdo – desde luego no estaba funcionando según las previsiones. «Esto es como el Westworld de las fábricas de coches», dijo a The Guardian reconociendo que algunos de sus increíbles y futuristas robots estaban entorpeciendo más que ayudando en el proceso de fabricación.

Al final el incansable emprendedor solucionó en parte algunas de las ineficiencias contratando operarios humanos porque resultaban mucho más eficientes que los robots en algunas de esas tareas, generalmente las más simples («fáciles para una persona, difíciles para un robot»). También aprovechó lo aprendido y unos meses después despidió a un diez por ciento de la plantilla, principalmente cargos intermedios y del equipo gestor.

Esta historia nos enseña algunas cosas de las muchas que se pueden hacer para detectar las ineficiencias en una startup, como por ejemplo:

  • Revisar los números y no ignorar que no se están cumpliendo los objetivos. Si no se llegan a las previsiones y las previsiones del plan son tan importantes y precisas como deben ser, es hora de preguntarse el porqué y «coger el toro por los cuernos».
  • No tener miedo a resolver las cosas reconsiderando planteamientos. En el caso de Elon Musk parece haber sido un exceso de confianza en la tecnología. En general no ocurre nada malo por dar un paso atrás (aunque sea en la apariencia) para volver a encauzar los planes. Cuando todo siga el plan previsto ya habrá tiempo de volver a probar.
  • Afrontar los problemas de recursos humanos antes de las crisis. En esta historia se detectó que había bastantes trabajos duplicados y demasiado peso en los cargos intermedios y directivos cuando lo que necesitaban urgentemente era fabricar más coches (algo que ese equipo no estaba consiguiendo). Así que tomó la difícil decisión de despedir a parte de la plantilla aunque reforzó el área de fabricación con operarios estratégicamente seleccionados. Moraleja: hubiera sido mejor anticiparse a esas necesidades, no hacerlo en plena crisis.
  • Es importante reforzar las líneas de fabricación, desarrollo o atención al cliente cuando lo necesitan. Lo importante aquí es no caer en aquello de «hay mucho capitán para tan poco soldado». En especial cualquier aspecto que influya directamente en una mejor satisfacción de los clientes será casi siempre una buena opción, ya sea porque encuentran los productos en las tiendas cuando quieren comprarlos o porque reciben ayuda y atención cuando llaman o escriben con cualquier consulta.
  • Cuantas menos reuniones y más cortas, mejor. Cuanto más directamente se pueda conseguir la información, mejor. El tiempo es un recurso importante para todos y no hay que malgastarlo. También es vital no usar excusas o datos falsos. Es famosa la anécdota en la que durante una reunión en la que se debatía si el tiempo máximo de espera en el call-center de Amazon era de un minuto o no, el el mismísimo Jeff Bezos descolgó el teléfono para llamar. El teléfono sonaba, sonaba… y pasados varios minutos los más de 30 asistentes experimentaron un silencio sepulcral. (En menos de un año el vicepresidente responsable estaba en la calle). Y es que no hay nada como «probar la propia medicina» honestamente para darse cuenta de las situaciones.
  • Invertir en personas con autoridad y confiar en ellas, pero vigilar que no fallen. Todo el mundo reconoce la importancia de que «lo importante es delegar». Y si bien es cierto también es sabido que hay que dotar a esas personas de autoridad suficiente para hacer cambios y operar libremente en su ámbito de trabajo. Si no se hace así se puede acabar… durmiendo en el suelo de una fábrica llena de robots para vigilar personalmente cada tarea de cerca – y no suena bonito, la verdad.

{Foto: Tesla.}


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