En lo que podría calificarse como una «idea rara, pero interesante» con el objetivo de revolucionar el futuro del transporte en las grandes ciudades, un grupo de arquitectos de Londres se ha atrevido a lanzar una original propuesta. Consiste en unir lo mejor del transporte personal en automóvil con lo mejor del transporte público en metro. Y a ese extraño híbrido lo han llamado CarTube, que podría traducirse como MetroCoche.

El CarTube parte de la idea de que es mejor dejar la superficie de la ciudad para los peatones y las bicicletas y enterrar el grueso del transporte bajo tierra. La red de CarTube consistiría por tanto en un enorme entramado de túneles similares a los del metro, de tamaño reducido, que recorrería toda la ciudad. Cómo conseguir realizar tan magnífica obra en una metrópoli como Londres es una de las incógnitas.

Los usuarios viajarían en coche desde fuera de la ciudad al centro, eligiendo uno de los túneles para entrar en él con su coche. Un sistema automático conectaría el coche con el sistema del MetroCoche para calcular el trayecto óptimo al destino, probablemente juntando varios coches que van a lugares cercanos –normalmente aparcamientos– en un convoy.

CarTube

Los coches –que habrían de ser eléctricos– se subirían entonces en una especie de plataforma y se moverían por el túnel gracias a un mecanismo equivalente a un especie de gigantesca cinta transportadora. De este modo la velocidad sería constante, no habría atascos, ni accidentes de tráfico, y todo el mundo llegaría rápidamente a donde quiere ir.

Según los cálculos de sus diseñadores –que de forma alegremente optimista lo han calificado como «lo más parecido al teletransporte»– esta propuesta podría ahorrar hasta un 75 por ciento de tiempo, haciendo que por ejemplo el traslado entre el aeropuerto de Heathrow y el centro se pudiera realizar en 14 minutos, respecto a los 34 minutos que se tarda hoy en día en coche.

La ingeniería necesaria para tamaño proyecto probablemente impida que pueda llevarse a cabo, por no hablar de que la financiación tampoco sería fácil de conseguir. Además una ciudad tan antigua como Londres no parece el lugar más apropiado; si acaso fuera una nueva ciudad bien planificada quizá tuviera más posibilidades. Parece difícil que lleguemos a ver un prototipo funcionando o alguna ciudad en fase de pruebas –los verdaderos ahorros solo se verían en poblaciones enormes y de tráfico muy intenso– pero desde luego que como idea llama la atención. Quién sabe, quizá en el futuro haya que prohibir todo tráfico rodado en superficie y la única solución sea viajar bajo tierra.


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