Ya sea para atraer al cliente hacia nuestro producto o, simplemente, para darle una grata sorpresa y la mejor experiencia de compra, el packaging es lo primero que nuestros consumidores van a ver. Y aunque se diga que el envoltorio es lo de menos, gran parte del éxito de muchas empresas radica en el cuidado y esmero que ponen en el diseño del empaquetado.

Ya no se trata de hacer un paquete práctico, en el que economizar al máximo el espacio para ahorrar en los costes de envío. Tampoco de hacer un envoltorio seguro, en el que objetos de cierta fragilidad puedan ser trasladados y entregados con total tranquilidad de que no sufrirán daño alguno.

En un mercado global donde la competencia entre empresas y productos es cada vez más feroz, cobra especial importancia saber destacar hasta en el más mínimo detalle. Cualquier aspecto puede marcar la diferencia frente al consumidor y otorgarle a una marca el valor diferencial necesario para salir airoso en la temida ‘decisión de compra’. Todo detalle cuenta y aporta cuando se trata de distanciarse de los competidores. El packaging es uno de estos detalles que no hay que descuidar y que está cogiendo cada vez más peso para destacar productos que tienen muchas características comunes entre sí.

Los elementos visuales deben ser capaces de influir en que un producto sea más comercializado que su principal rival, ejerciendo no sólo como un valor diferencial estético, sino como una carta de presentación que transmiten los valores y la filosofía de la propia empresa. Es por tanto que el packaging no es algo para tomarse a la ligera y requiere un estudio de mercado y un análisis de competencia para poder ser realmente efectivo y que se pueda traducir en una mejora de las ventas.

Por tanto, el packaging se enfrenta a tres retos principales para salir victoriosos en el proceso de venta final. En primer lugar debe llamar poderosamente la atención del usuario, destacando tanto en forma como en contenido. Si esto se cumple, y el packaging está bien diseñado, se demostrará su funcionalidad al cumplir su cometido, esto es: ser realmente eficiente a la hora de acoger el producto en cuestión. Una vez demostrado que la inversión y el esfuerzo han sido los correctos, se cumplirá el tercero de los retos: ser recomendado y recordado.

A continuación exponemos cinco claves imprescindibles para que el packaging de un producto no pase desapercibido y las personas se fijen tanto en el contenido como en el continente de nuestro producto:

  • Pragmatismo: El diseño no tiene una funcionalidad simplemente estética, tiene que estar al servicio de lo que se vende, de manera que el propio envoltorio sea un extra del producto, que tenga una funcionalidad coherente. Un buen ejemplo de ello es cuando el propio envase se convierte en un valor diferencial y crea una nueva experiencia de uso, como los botes de salsa que incorporan el dosificador en su base para evitar manchas e incidentes en la mesa, o los botes de aceite en spray que también facilitan la limpieza a la hora de cocinar.
  • Sencillez: A veces podemos caer en la tentación de crear un gran packaging que, a la hora de la verdad, resulta mucho más ostentoso y poco práctico que una alternativa más sencilla. Por eso, a la hora de crear un embalaje eficaz prima el concepto de la ‘navaja de Ockham’, es decir la solución más sencilla, probablemente sea la más correcta. Apple quizás sea el ejemplo más claro de esta tendencia, donde el minimalismo impone su ley para un packaging perfecto, para nada reñido con una importante imagen de marca y una apariencia de lo más cuidada. Regirnos, al fin y al cabo, por la máxima de la elegancia de la sencillez.
  • Originalidad: El packaging tiene que ser un elemento identificador entre nuestros rivales, especialmente en segmentos de mercado de gran consumo o con intensa competencia. Por eso, el objetivo último de nuestros paquetes o envoltorios debe ser que éste se asocie automáticamente con nuestra marca, de ahí que podamos convertirnos en una opción fácil de recordar cuando el cliente compre nuestros productos, ya sea en tienda física u online. Desde compañías como Amazon (cuyas sencillas cajas marrones ya son un icono del comercio electrónico) hasta compañías de reparto de comida a domicilio (como Wetaca, Glovo o Burger King en casa), todas ellas comparten una visión única del packaging para evitar comparaciones con cualquier otra firma.
  • Honestidad: El packaging no debe llevar a engaños al cliente. Si la forma transmite una imagen que no se corresponde con la realidad, el usuario quedará decepcionado y, probablemente, no repita la experiencia. ¿O acaso nunca se han encontrado con un paquete de dimensiones épica que, en su interior, apenas resguardaba un objeto del tamaño de nuestra mano? Para un consumidor medio, la sensación de fraude puede ser considerable. Mejor ser sinceros en todo momento y no hacer que un buen packaging oculte un mal producto.
  • Versatilidad: El envoltorio puede tener varias utilidades, como hemos dicho no simplemente estéticas. Si se le puede dar un doble uso al envase, con un componente ecológico, reciclable, lúdico, etc. se convertirá el packaging en parte de la experiencia de adquirir el producto. Muchas compañías que ofrecen productos de consumo dirigidos al mercado infantil -como ColaCao o Kellog’s- ya incluyen en sus cajas minijuegos, puzles o laberintos que convierten su elección ya no en una cuestión meramente de gusto y olfato, también de diversión.

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