El final del verano y el regreso de los jóvenes a las aulas genera siempre un incremento de la actividad comercial, un hecho que las tiendas online registran como parte del aumento en la facturación que suele darse en el tercer trimestre del año (julio, agosto y septiembre). Claro que el efecto de esta vuelta al cole se prolonga en otoño, ya que cada vez más e-commerce encuentran en el mercado juvenil un sector tan masivo como lucrativo.

La batalla de los libros de texto entre grandes superficies y librerías especializadas por ofrecer los mejores precios se disputa también en la Red, donde las propuestas vienen publicándose prácticamente desde el final del curso anterior. Al mismo tiempo, los sites de moda para niños y adolescentes ponen en marcha campañas de otoño-invierno ya no solo dirigidas a los padres: el protagonismo de los chicos y chicas en la elección de la ropa los convierte en usuarios que toman sus propias decisiones. Por eso, las marcas generalistas año tras año incrementan su oferta para los adolescentes, al tiempo que surgen tiendas online especializadas que pretenden convertirse en foros de encuentro para ellos.

Por supuesto, la moda no es el único sector que considera a los menores agentes activos. Los otros tres grandes campos de interés son los juegos, la música y las redes sociales. Los dos primeros generan un enorme volumen de negocio con las descargas; las redes sociales son su hábitat natural, donde se relacionan… y donde pueden gastar. Bien con productos que adquieren a través de ellas o pagando por acceder a zonas exclusivas de esas plataformas, con servicios más atractivos.

Es evidente que el control de los padres en relación a estas actividades debe ser estricto, más aún cuando algunas pequeñas transacciones, sobre todo desde dispositivos móviles, no requieren la utilización de la tarjeta de crédito: basta enviar un SMS. A este respecto, la legislación española precisa que un menor no puede establecer un contrato de compraventa en Internet, y en el caso de celebrarse, sería nulo.

En todo caso su influencia en el gasto de los progenitores es evidente. Javier (53 años) tiene un hijo de 14 años, Álex, nativo digital. Éste ahora puede acceder a algunas redes sociales a las que hasta hace poco tenía prohibido el acceso –aunque hay cada vez más dirigidas a niños–, lo que le ha ayudado a ir conociendo nuevos sites, nuevas herramientas y plataformas. “Es él quien nos guía siempre que queremos comprar en Internet –comenta Javier–. Álex ya tiene sus sitios de referencia para los juegos, la música, los libros, la ropa y cualquier tipo de gadget. Tiene un paga y él se la administra: si quiere algo y está en su presupuesto, yo me encargo de hacer la compra. Pero es que además, nos asesora para hacer nuestras propias compras. No sé cómo pero siempre sabe dar con las mejores ofertas”.

Las compañías de comercio electrónico conocen estas tendencias, por eso muchas de ellas están volcando sus mayores esfuerzos comerciales en llegar y captar a estos clientes que quizá cuenten con una capacidad de compra limitada, pero que se han convertido en influencers con un poder creciente en las finanzas familiares.

Imagen: PictureYouth en Flickr.com


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