La entrega de pedidos a domicilio –especialmente en el campo de los alimentos frescos, las comidas rápidas o las compras de última hora– sigue aumentando. Y como los robots y vehículos autónomos siguen abriéndose paso como medio alternativo, cada vez estamos viendo soluciones más imaginativas e ingeniosas al respecto.

Este tipo de reparto, conocido como la última milla, es clave para muchos negocios: sin él de nada sirve una gran infraestructura pues generalmente esa parte final de las entregas ocupa la mayor parte del tiempo y una buena parte del coste. Por aquí hemos hablado alguna vez de este tipo de soluciones: desde los robots para transportar las compras del barrio, como el de Starship Technologies (fundada por los creadores de Skype) al uso de drones de todos los tamaños para las labores de paquetería.

Recientemente una pequeña empresa colombiana llamada Kiwi ha estado probando otra idea realmente ingeniosa y de más bajo coste todavía en este terreno. Su pequeño ingenio se llama KiwiBot y es un peculiar cruce entre un coche teledirigido y caja de transporte equipada con algunos sensores. Su especialidad son las entregas de comida a domicilio y tras las pruebas iniciales en algunas ciudades de Colombia y Chile decidieron que el entorno en que mejor se movían eran los campus de las universidades.

De este modo las pruebas de su desarrollo se han centrado ahora al cien por cien en Estados Unidos, concretamente en la UC Berkeley en California. Esto tiene un poco que ver con la forma en que funcionan: zonas de corto alcance y espacio en donde ubicar un pequeño almacén. Para desplazarse los robots van equipados con grandes ruedas «todoterreno»; además de eso en la parte superior de la cesta (que hace de «carrocería») llevan un teléfono móvil sujeto a un soporte de plástico. Todo piezas estándar y baratas. Dado que muchos de los problemas de estos artilugios pueden ser el vandalismo, los robots o los accidentes, mejor abaratarlos al máximo.

Los pequeños Kiwi no son exactamente autónomos: los pilotan una serie de conductores desde la distancia, a través de una conexión inalámbrica – de ahí que el wifi del campus sea tan importante (algo que no sería tan fácil de conseguir en la ciudad, aunque alternativamente podrían usar la red telefónica 4G). Lo interesante es que la distancia a la que operan puede ser tan grande como que los pilotos pueden estar en la práctica en una ciudad de Colombia mientras los robots se mueven por el campus de Berkeley.

Durante los repartos los conductores pueden ver la imagen de las calles y edificios en tiempo real a través del software del teléfono –como si fuera una videoconferencia– y controlar los movimientos del KiwiBot según sea necesario. Dado que a diferencia de los vehículos autónomos más complicados no han de realizar «maniobras instantáneas en fracciones de segundo» –sino que más bien se pilotan como los rovers marcianos– la solución parece resultar bastante práctica.

Además de eso, con su aspecto cuadradote, grandes ruedas y la banderola para darle visibilidad resultan bastante simpáticos e incluso… humanos. Una forma divertida de recibir un pedido. Se pueden ver en acción en este vídeo demostrativo.


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