Desde hace años los laboratorios de Google trabajan en unos cuantos «inventos futuristas» entre los que destaca el coche autónomo que funciona sin conductor. Este tipo de vehículos eran rarezas hace una década, que competían en carreras bajo unas condiciones tremendamente limitadas. Pero la tecnología ha avanzado: los coches que «aparcan solos» son una realidad y, medio en secreto medio con conocimiento de las autoridades, los propios vehículos de Google han recorrido cientos de miles de kilómetros en tráfico real y sin sufrir ningún percance notable.

El objetivo de la compañía no es conseguir el premio al mejor diseño en las ferias de automóviles, sino un auténtico vehículo que pueda fabricarse masivamente, que pueda circular por las ciudades en condiciones reales y para el que haya un plan que permita entender qué sucederá con estos vehículos en el futuro – un poco lo que pasó cuando se relegaron los coches de caballos a favor de los coches eléctricos y de gasolina como medio de transporte.

En su momento Google ya explicó públicamente el tipo de sistemas que integran estos coches: cámaras de vídeo, LIDAR (una especie de radar láser), sensores, sistemas hidráulicos, brújula, altímetro, giroscopio, GPS y conexión a Internet, entre otros. Tal vez no fuera de su agrado desvelar los componentes de la receta, pero es que seguramente sin eso las autoridades no hubieran permitido que un vehículo de mil kilos circulara por las autopistas.

Ahora bien: una cosa es que el invento en sí funcione y otra cosa muy distinta es qué sucede a su alrededor cuando se enfrenta a la realidad de la calle – y la burocracia, por qué no decirlo. Por eso este tipo de coches han despertado tal vez más preguntas que respuestas. Sabemos que «conducen solos», pero…

  • ¿Sabrán circular bien en todo tipo de calles y carreteras?
  • ¿Cómo se comportarán ante imprevistos, desvíos, atascos y otras circunstancias?
  • ¿Funcionarán correctamente en diversas condiciones atmosféricas (sol, lluvia, nieve)?
  • ¿Deberán circular con una persona al volante o podrán todos los pasajeros ir tranquilamente en la parte trasera?
  • ¿Qué tipos de pruebas habrán de pasar los vehículos autónomos para que se les permita circular?
  • ¿Deberán ir marcados de alguna forma especial en el exterior?

Hasta el momento sabemos que son capaces de circular bien por las zonas en las que los mapas están actualizados, aunque gozan también de cierta autonomía gracias a las cámaras y el LIDAR si no hay callejeros o se pierde la conexión a Internet (primer problema: no todas las ciudades tienen mapas estupendos). Aunque funcionen de forma óptima en condiciones atmosféricas estables es seguro que algunos sistemas –como las cámaras de vídeo– pueden verse disminuidos si les impacta una fuerte luz de frente, llueve o nieva demasiado.

Sobre las pruebas, y habiendo conseguido ya permisos para circular por California igual que consiguieron para Nevada, también se sabe que el fabricante habrá de entregar toneladas de documentación sobre cómo funciona el coche si quiere conseguir una licencia, además de depositar una fianza de un millón de dólares (unos 750.000 euros) por si hay algún tipo de accidente grave. Los Google cars deberán además ir marcados con una matrícula de color rojo que los distinga del resto de los coches conducidos por humanos. Y siempre deberá haber una persona al volante, que además tenga permiso de conducir en regla.

Pero incluso, más allá de esos detalles, sigue habiendo otras cuestiones de gran calado respecto a este tipo de vehículos:

  • ¿Quién es el responsable en caso de accidente?
  • ¿En quién recae la responsabilidad si el funcionamiento del vehículo es defectuoso?
  • ¿Necesitarán los conductores tener permiso de conducir en cualquier caso?
  • ¿Cuál será el precio de los seguros de accidente de estos coches – si es que acaso alguna compañía los ofrece?

Muchas pueden responderse haciendo paralelismos con los coches y otros aparatos actuales: si un coche que está «aparcando solo» colisiona, el responsable es el conductor; si se demuestra que el coche es defectuoso, el fabricante carga con ello, etcétera. Otras puede que cambien: tal vez al principio haga falta que el «conductor humano» tenga permiso de conducir –por si acaso hay una emergencia– pero a medida que se vuelvan más fiables, puede que se elimine ese requisito. En cierto modo, puede suceder que un coche autónomo sea incluso más seguro que –por ejemplo– uno conducido por alguien que haya bebido alcohol.

Y respecto a los seguros y otras cuestiones, será el mercado el que mande: se venden seguros prácticamente para todo; lo único que varía es el precio. En Google tienen esto claro y quizá por eso Sergey Brin, uno de sus fundadores, han afirmado que de aquí a cinco años este tipo de coches será «algo normal y corriente en las calles», una afirmación tal vez optimista, pero también indicativa de que el futuro llega cada vez más rápido.


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