Aeropuertos

Viajar en avión, ya sea en trayectos de corta o larga distancia es bastante más eficiente a nivel de emisiones contaminantes que otros sistemas de transporte como por ejemplo el automóvil. A pesar de esto, la aviación civil es responsable en todo el planeta de entre un 2 y un 3 por ciento del total de emisiones de dióxido de carbono (CO2) emitidas de manera artificial a la atmósfera – y el porcentaje va aumentando.

¿Se puede mejorar esto de algún modo? Con la perspectiva de aviones más eficientes y menos contaminantes las autoridades europeas se reunieron hace unos años para proponer mayores medidas de control y abogaron por lograr una reducción del 50% en las emisiones de la aviación comercial. Pero –y hete aquí un gran pero— solo lograron un compromiso para el año 2050 (!)

Mientras tanto –y aunque el 80 por ciento de estas emisiones las producen los aviones a gran altura– en el 20 por ciento restante una buena parte se deben a una especie de sinsentido: los tiempos de espera y los trayectos en rodaje en pista (en inglés, taxi). Se refieren a esos trayectos tan largos y molestos que todo pasajero ha «sufrido» en algún viaje: desde el finger a la cola de aviones esperando slot para despegar, de ahí a la cabecera de pista hasta el despegue. Al llegar al destino, desde la pista de aterrizaje a todo el rodaje por varias pista hasta encontrar el sitio exacto para «aparcar» – si acaso no hay cambios sobre la marcha. En algunos aeropuertos grandes –la T4 de Madrid-Barajas podría ser un buen ejemplo– a veces se pierde más tiempo en el rodaje (entre 30 y 60 minutos) que en el propio viaje.

Ahora un matemático llamado Jun Chen, de la Universidad de Lincoln en Inglaterra ha desarrollado unas fórmulas para optimizar estos micro-trayectos que han de realizar los aviones en pista. De aplicarse globalmente estos algoritmos la aviación ahorraría 5 millones de toneladas de combustible al año. Hasta que esto sea posible se trabaja con modelos matemáticos, datos reales y simulaciones de los aeropuertos de Zurich, Manchester y Doha.

Las fórmulas del modelo matemático son muy complejas: en sus diversas fases incluyen variaciones en la velocidad del rodaje de los aviones (para ir del punto A al punto B con un consumo óptimo), el tamaño de la aeronave (grande, intermedia o pequeña) y los horarios de despegue y aterrizaje. En la última fase de calcula en tiempo real los datos óptimos en función del tráfico que sobrevuela el aeropuerto y los aviones que deben aterrizar y despegar en cada momento. Otros detalles más avanzados incluirían el peso real de los aviones –que influye en su maniobrabilidad– o los tiempos de respuesta de los pilotos.

Este sistema puede resultar una forma sencilla de ahorrar en combustible y hacer menos contaminantes los aeropuertos actuales. Pero el profesor Chen va un paso más allá: propone que quizá en el futuro se puedan diseñar los aeropuertos de forma más adecuada para que esta optimización vaya en cierto modo «incluida» desde su concepción. Qué forma más fácil de ahorrar que cuando para hacerlo el camino ya está marcado.

{Foto: EC-MBU MAD (CC) Eric Salard @ Flickr}


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